miércoles, 19 de diciembre de 2012

Cita ineludible: Qué bello es vivir

Se acerca la Navidad con sus adeptos, sus detractores, sus tópicos, sus luces, sus horribles canciones y sus, en líneas generales, nefastas e insoportables películas. Imagino que, también, seguirán los insufribles programas televisivos pero como ya dejé de usar este electrodoméstico, la tortura que lleva aparejada espero no padecerla en demasía.

Hace ya algunos años que decidí reducir mi participación en las convenciones de estos días a 3-4  pantagruélicas comidas y/o cenas: las familiares, las inevitables (para "seguir teniendo" familia), ya que no soy muy amigo de las mismas. El "espíritu navideño" se completa con algún que otro regalo y, por supuesto, con la revisión obligatoria anual de  Qué bello es vivir (It's a wonderful life -  Frank Capra, 1946). Y es de esta de la que vamos a hablar: película que reúne los elementos necesarios para convertirse en un horror típico de estas fechas pero que acaba convirtiéndose (Capra es mucho Capra) en una prodigiosa obra maestra.


Capra

Frank Capra había nacido en Sicilia como Francesco Rosario Capra, aunque de niño emigró a USA junto a sus padres. En la década de los 20 se iniciaría en la dirección de películas al servicio de las estrellas del cine silente como Harry Langdon. Su mejor cinta de esta época, a mi juicio, era El hombre cañón (The strong man, 1926). Con la llegada del sonoro se trasladó a la Columbia, tomó como colaborador al guionista Robert Raskin (estaría junto a él hasta 1940) y comenzó a subir el nivel de su cine. En 1934 dirigiría Sucedió una noche (It happened one night) que ganaría el Óscar a la mejor película y que le permitiría conseguir el de mejor director por primera vez (de las tres que lo hizo). La película, protagonizada por Clark Gable y Claudette Colbert, le permitía instaurarse en el estrellato. 

A partir de este momento, inicia una serie de extraordinarias películas que incluye títulos como El secreto de vivir (Mr Deeds goes to town, 1936), Horizontes Perdidos (Lost Horizon, 1937) que narra la historia del monasterio de Shangri-La, Vive como quieras (You can't take it with you, 1938), Caballero sin espada (Mr. Smith goes to Washington, 1939) y Juan Nadie (Meet John Doe, 1941). Con la entrada en la II GM de Estados Unidos, Capra, como otros directores, aportó su granito de arena a la causa rodando una serie de excelentes documentales, donde se mostraba muy lejos de su habitual registro amable y que se consideran una obra maestra en el ámbito de la propaganda de guerra . Especialmente, la serie Why we Fight. Durante el conflicto también rodó la grandiosa Arsénico por compasión (Arsenic and old lace, 1944).


Concluida la guerra, en 1946 aparecería Qué bello es vivir (It's a wonderful life) que tuvo una acogida fría en todos los sentidos. A partir de aquí el cine de Capra comienza a bajar la calidad. Todavía habrá alguna buena película pero lejos de su época dorada. En 1961 haría su última aportación con Pocketful of Miracles (Un gángster para un milagro), buen testamento cinematográfico que era un remake de una sus comedias de la primera mitad de los 30. Hubo otros proyectos para volver al cine pero nunca cristalizaron, por lo que ese último filme de Capra se realizó 30 años antes de su muerte.

El contexto

Algunos conocen a Capra como "el cineasta del New Deal". Sin ser del todo cierto, sí hay algo de verdad en esta afirmación. EEUU estaba viviendo una grave depresión consecuencia de la crisis bursátil (al menos en origen) de 1929. En 1932 Franklin D. Roosevelt llega al poder y pone en marcha una serie de medidas conocidas con ese nombre (no tan efectivas como se quiere creer, pues la crisis  se mantuvo). La masas de parados siguen, pero se intentan soluciones. Son tiempos duros en los que hay que creer en algo. Y el pueblo norteamericano (bueno, los canadienses y mexicanos, que también son del Norte, algo menos) creyó en  Roosevelt, que llegó a ganar 4 elecciones, muriendo durante la última y siendo sustituido por Truman (el que dio el sí al uso de la bomba atómica).

El cine de Capra, en numerosos títulos, es un cine humanista; un cine que pone toda su atención en el hombre. Un hombre honrado que encuentra mil obstáculos para serlo, al que intentan utilizar y/o sobornar en mil ocasiones. Un hombre sencillo que debe luchar contra el poder financiero-económico y el político (rebosantes de corrupción) para apoyar a los más desfavorecidos o para defender ese tipo de vida sencillo, alejado de los grandes focos de atención (que, paradójicamente Hollywood sí representaba). Por eso llegó a calar mucho en el espectador en un época tan dura.

Como he dicho antes, reúne todos los tópicos para realizar películas repletas de sensiblería, incluso sonrojantes pero, lejos de esto, consigue excepcionales obras merecedoras de recordarse una y otra vez. Aunque como cada vez existe menos cultura (entre ella cinematográfica), posiblemente nadie recuerde a Capra dentro de 25 años. 

La película

El comienzo es realmente escalofriante. Unos planos de una ciudad, incluyendo un cartel, nos muestran que estamos en Bedford Falls; estos se acompañan con unas voces de gente que pide a Dios que ayude a George Bailey: entre ellas las de su madre, su mujer o hija pequeña. Si se ve en versión doblada (nada recomendable, por supuesto) todavía peor, pues debemos escuchar a una actriz de 30 años poner una nada convincente voz de niña; claro, que más tarde cuando veamos a James Stewart con la voz de Jesús Puente e imaginemos que estamos en algún programa absurdo de TV, todavía será peor.

Después de esto, hay un plano fijo de unos cuerpos celestes, se supone que el cielo, y Dios empieza a hablar con un ángel. De segunda categoría, pues todavía no tiene las alas. Si es la primera vez que se ve y tras estos menos de cinco minutos no se ha desesperado y se ha apagado el reproductor... aunque parezca un milagro, esto es una obra maestra. Así que para que este ángel (Clarence) pueda cumplir su misión, se cuentan algunos de los más relevantes pasajes de  la vida de George Bailey y se explica por qué ha llegado a la situación en la que la gente pide ayuda para él.

Se cuenta algún pasaje de su infancia, de su juventud, sus sueños no cumplidos, cómo se enamora de la estupenda Mary Hatch y tiene descendencia, sus luchas contra el malvado Henry F. Potter que aspira a dominar toda la ciudad, los hechos que llevan a tener que bajar a la Tierra el ángel. Esta es la primera parte de la película, la más extensa. La segunda, narra cómo el bueno y algo corto de entendederas de Clarence (muy alejado de aquellas criaturas celestiales interpretadas por Solveig Dommartin y Bruno Ganz en la maravillosa El cielo sobre Berlín ) ayuda al protagonista, haciéndole ver su importancia en la vida de los demás al mostrarle un mundo en el que él no hubiera nacido.


George, que ha pensado en suicidarse por la acuciante situación en la que se encuentra, comprende lo maravilloso que es vivir y la suerte de tener una familia y amigos. Vuelve a casa dispuesto a hacer frente a la cárcel o lo que disponga la autoridad competente; y lo hace sonriente y triunfante pese a las adversidades. Y allí le esperan todos ellos, que han acudido en su ayuda, contribuyendo cada uno en la medida de sus posibilidades. Sin duda, una de las escenas más memorables de la historia del cine : siempre me hace llorar, por más veces que vea la película. Incluso, ahora mismo me estoy estremeciendo al escribir sobre ella. Pura magia.

Debajo de esta historia subyacen algunas de las constantes, que he mencionado arriba, del cine de Capra. El filme es un canto a la vida y a la amistad. Pero también es un reconocimiento del hombre que lucha por los demás sin aparecer en las portadas de los periódicos, del hombre sencillo, muy en la línea del héroe capriano (interpretado por Stewart o Gary Cooper). Y de la lucha de este por encima de algunos poderes fácticos, aquí representados en la figura de Potter (que sueña con llamar a la ciudad con su propio nombre), el hombre más rico, quien puede comprar casi todo pero no a George. Ya no eran tiempos del New Deal pero la concepción del mundo del director se mantenía.

El reparto

Aunque podríamos resaltar algunos aspectos técnicos de la película como la música del excepcional Dimitri Tiomkin, Qué bello es vivir destaca, sobre todo, por su reparto. Al frente, con letras mayúsculas: James Stewart. Jimmy Stewart acababa de regresar de la Guerra, donde había servido como piloto, y fue elegido personalmente por el director prefiriéndolo al no menos genial Cary Grant, que había protagonizado su anterior película. Para Capra, al que doy toda la razón, Stewart encajaría mejor en un hombre sencillo; y James, que dudaba si volver a dedicarse al cine, correspondió con la que él (y no sólo él) considera como la mejor interpretación de su carrera.

Memorable en todos los aspectos: en momentos de alegría, en los de enfado, en los de desesperación y ese rostro que lo dice todo cuando descubre que no tiene los pétalos de la flor de su hija y, por lo tanto, no es un lunático quien está a su lado, sino un verdadero ángel. El actor, con su aspecto de tipo desgarbado, de hombre sencillo, de vecino del piso de enfrente es uno de los grandes y protagonizó varias de las mejores peliculas del Hollywood clásico. Algún día tendrá su post.

Junto a él, la maravillosa y bellísima Donna Reed, una actriz que creo no tuvo la carrera cinematográfica que merecía, aunque llegó a ganar el Oscar a la mejor actriz de reparto por su papel de prostituta (en la película se intentaba suavizar el rol) en De aquí a la eternidad. Reed tendría un show propio en TV durante 8 años (1958-1966) y en los 80 apareció en una temporada de Dallas. Pero será recordada, sobre todo, por este rol de Mary Bailey (o Mary Hatch).


Completan el reparto algunos excelentes secundarios como Henry Travers (el ángel Clarence) o Thomas Mitchell. Este (tío Billy), que trabajó varias veces con Capra es uno de los actores de reparto más destacados de la época, con títulos comno La diligencia, Lo que el viento se llevó, El forajido o Solo ante el peligro. El otro gran nombre es Lionel Barrymore (el terrible señor Potter), que tras su segunda operación de cadera ya estaba confinado en una silla de ruedas pero que seguía repartiendo maestría. Roles de menor peso tienen Ward Bond y Williams Edmunds. Entre el reparto femenino, la deslumbrante Gloria Grahame (Violet en la película), todavía sin haber alcanzado ningún papel relevante pero ya mostrando esa misteriosa belleza que luciría en imprescindibles filmes como En un lugar solitario, Cautivos del mal o Los Sobornados, donde aquel despiadado Vince Stone (un perfecto Lee Marvin) la desfiguraba derramándole café hirviendo sobre el precioso rostro.

Éxito tardío

Capra había creado en 1945 una productora llamado Liberty Films, que acabó siendo absorbida por la Paramount Pictures con sólo dos películas en su haber: esta y El Estado de la Unión, con la pareja Tracy-Hepburn (otro tema de post por sus películas y su alocada historia de amor). A ello contribuyó en buena medida el fracaso de Qué bello es vivir. Quizá la gente se había hecho mayor durante la Guerra, sus ilusiones fueran otras o habían cambiado los gustos, pero el mensaje de Capra no llegó a la gente como lo habían hecho sus producciones de antes del conflicto, en un año con una gran producción cinematográfica. La película más importante giraba en torno al regreso de la Guerra, la colosal Los mejores años de nuestra vida. Pero por citar sólo algunos títulos también se produjo el estreno de Encadenados (Hitchcock), El sueño eterno (Hawks), My Darling Clementine (en España Pasión de los fuertes, de Ford) Gilda, El cartero siempre llama dos veces, Forajidos, Duelo al sol....

La película de Capra, pues, no tuvo éxito a pesar que para algunos (pocos) se convirtió en una película de culto. Como para el gran Humphrey Bogart, que tenía una copia de la misma y de la que siempre hacía un pase para amigos en Navidad en el salón de su casa. Imagino que entre litros y litros de Bourbon y la voz inconfundible de la anfitriona, Lauren Bacall, reclamando cierto control. Pero era un hecho: los días de gloria del director italiano habían pasado.


La película fue estrenada en 1946 y según normativa, los derechos de autor se tenían automáticamente durante 28 años, renovándose automáticamente por el mismo plazo mediante pago y trámite administrativo. Pero  la Republic Pictures (compañía a la que habían llegado esos derechos) cometió un error en este, por lo que no se renovaron, con lo que en 1974 la película quedó como de dominio público. Y aquí comienza la película a convertirse en leyenda. En USA y para Navidad, las cadenas de TV comenzaron a emitirla todos los años, especialmente porque no debían pagar por ello (o una pequeña cantidad como royalties).  Año tras año, cuando llegaba la Navidad, el film se veía en todos los hogares de Estados Unidos, convirtiéndose ahora sí en el clásico inmortal que debería haber sido desde su rodaje. Y lo mismo acabó haciéndose en muchos otros países.

Actualmente se emite menos, ya que una sentencia obligaba a restaurar los derechos de autor y por lo tanto, instaba al pago por su emisión. Pero Qué bello es vivir ya se había universalizado y convertido, para muchos,  en una cita ineludible de estas fechas. Y nos había enseñado que, cuando oímos sonar una campanilla, un ángel ha ganado sus alas. Pero, sobre todo, había taladrado en nuestros cerebros aquello de  "Recuerda que ningún hombre es un fracasado si tiene amigos".


lunes, 10 de diciembre de 2012

III Maratón Internacional de Castellón

En Castellón había empezado todo, hace un año (un par de días menos de esa fecha, para ser exactos). Y aquí iba a terminar. Entre medias, una especie de reto que me llevaba a hacer 8 maratones y una carrera de 50 kms, el Trans Montesblancos Trail. Castellón, Marrakech, Espadán (en Segorbe, provincia también de Castellón), Rock'n'roll Madrid Maratón, la citada TMT,  Río Boedo, Varsovia, San Lorenzo de El Escorial (también de montaña) y otra vez Castellón. En principio, la elegida para cerrar era Málaga pero diversos factores, entre ellos de transporte, me hicieron repetir. Y es que mi cabeza sigue sin asimilar que resulte más caro viajar (vía AVE) a una ciudad que está a poco más de 400 kms que a otra en el centro de Europa (vía AVión).

Por lo tanto, y al tener compañía, decidía repetir cita maratoniana en la ciudad levantina para cerrar el ciclo. Junto a los 8 maratones y el ultra, numerosas carreras más jalonaban el año, un año que ni me plantearé repetir: 2 trails entre 30 y 40 kms, 15 medias maratones... Habrá que tomarse las cosas de otra manera, pues en muchas de estas pruebas buscaba tomármelo con tranquilidad y, desde luego, esta no hizo acto de presencia. Todas las medias (asfalto) por debajo de 1h30' con varias inferiores a 1h25'; de los 5 maratones de asfalto (el Boedo es mixto y especial), uno de 3h02', otro de 3 horas y pocos segundos y el resto sub 3 horas. Dentro de mi nivel, excesivo. 

Castellón tiene un muy buen maratón. Este año han terminado 1.700 corredores, algo por debajo de lo de las dos primeras ediciones, por lo que aunque considero que es una cifra aceptable, vuelve a surgir el debate (ya lo he oído) de si es la fecha adecuada tras el emplazamiento de Valencia a finales de noviembre. Habrá que esperar acontecimientos.

Este año, el circuito ha sufrido algunos pequeños cambios. Especialmente, se ha eliminado una circunvalación, vacía de animación, que había entre los kms 30 y 35 aproximadamente. Es decir, se ha escuchado al corredor. Este es un detalle que habla muy bien de dicha organización (señores de Madrid, ¿todavía no lo entienden?). Esta también es impecable en cuestión de avituallamientos y atención al participante antes, durante y después de la carrera, aunque resulte descorazonador coger una botella de bebida isotónica, pegar un trago y tirarla al suelo. Y así, por más de 1.700 cada 5 kms... eso sí, permite beber, lo que con el vaso es mucho más difícil. 

Y luego está la animación. La gente de Castellón, tanto voluntarios como espectadores, la verdad es que se vuelca con el maratón y toma, fundamentalmente, las calles céntricas. Incluso en el km 41, de forma algo peligrosa, permitiendo un paso pequeñísimo. A pesar de mis muchas carreras, todavía siento algo especial cuando alguien (hay dorsales personalizados) de pronto te anima por tu nombre. El habitante de la ciudad responde, y eso es un punto a favor de este maratón en comparación con otros. Además, las tres ediciones celebradas hasta la fecha, han estado presididas por unas buenas condiciones para correr. 

El recorrido sigue teniendo el punto de partida en el puente U.J.I (Universidad Jaime I) y la meta en el Parque Ribalta, un poco más abajo. Se pasa en varias ocasiones por el centro y tiene como zonas más alejadas la subida (kms 6,5-7) a la Universidad y la bajada al Grao (se comienza en el 16 y se regresa a la ciudad en el 25), volviendo a dar en esta ocasión una pequeña vuelta por él. Muy llano, aunque sí puede apreciarse cómo esas zonas mencionadas pican hacia arriba y hacia abajo levemente, así como la Avda. Casalduch que también se recorre en un par de ocasiones (kms 12 y 32). 


La expedición la volvíamos a formar Mariano, José, Miguel (los tres del Club Dancos de Lillo y El Romeral, pueblos de Toledo) y yo. Salíamos el sábado por la mañana, recogíamos el dorsal por la tarde y dormiamos, cortesía de José, en Oropesa. El domingo, poco después de las 8, llegábamos a Castellón. Día que prometía ser soleado, con buena temperatura para correr (cierto fresco en salida, eso sí) y ligero viento que nos hacía respirar tranquilos, después del que había hecho el día anterior. Antes de empezar la carrera, foto con los compañeros de carreraspopulares. com: Ximo, Angelín (una lástima, campeón) y el genio de Andrés. 

A este maratón llegaba, tras tantos kilómetros, sin ningún objetivo definido aunque sabiendo que estaba bien de forma. Miguel, uno de mis compañeros de viaje, decía que podría ir para 3h05' (había entrenado para hacer mucha mejor marca) o así, lo que me pareció perfecto. Una vez dada la salida, contrario a lo que suelo hacer, pronto me fui para adelante, junto al globo de las 3 horas, primero, y poco después por delante. Había divisado (km 6,5) a Miguel, que había salido a ritmo de 2h55' pese a lo que me había comentado. Así que me acerqué a él, intregrado en un grupo de gente que se había "rebelado" al globo y que iba por delante, pero con el objetivo de hacer lo mismo, bajar de una de la marcas referentes de la distancia. Las 3 horas. 

Pasado el km 15, cuando iba a comenzar el descenso (suave, como ya he dicho) al Grao tuve que decidir. O seguir con este grupo, cuyo ritmo consideraba un poco alto para mí, o quedarme en tierra de nadie: y entre ellos y el grupo "oficial" que bastantes metros por detrás venía con el globo. Corriendo solo y en una zona  desprotegida, el aire te hace gastar más energía, sobre todo a la vuelta. Pero preferí esto en vez de ir a un ritmo que podía mantener durante muchos kilómetros pero que sabía podría pagar en exceso. Fueron sólo 4 segundos o así por km pero me hicieron volver a correr cómodo, adelantando ya en "la subida" a corredores que se iban descolgando y que tampoco podían mantener mi ritmo. La media la había pasado muy rápido: varios segundos por debajo de 1h28'30".

Con el regreso a callejear por la ciudad, el problema del viento, que nunca fue excesivo pero al acumularse los kms y el cansancio molesta todo, se atenuó. En torno al 30, veo a Miguel separase del grupo donde se encontraba, y en el que quedaban cada vez menos unidades, para realizar una "parada técnica" en un solar. A estas alturas, esto significa que no se va bien en exceso, y lo digo por experiencia. Poco después me cogía, pero yo le decía que iría al ritmo que dictaran mis piernas. No me encontraba mal pero no quería sorpresas desagradables. Sobre el 35 empezó a quedarse unos metros por detrás y al segundo intento de reengancharlo  me dijo que tirara, que no podía aguantar. En este momento, mi ritmo también había decaído unos segundos pero todavía era bueno y sabía que podía aguantarlo hasta el final. 

Aquí es cuando se agradece el aplauso de la gente, cuando ya andas extenuado. Fiel a mis principios (y a mi historial médico) controlo los esfuerzos en todo momento: sé que podría ir más rápido, pero prefiero acabar así. El grupo del que me había descolgado y del que siempre tuve referencia visual ya no es tal: como mucho unidades de dos corredores, aunque predominando el solitario. Voy pasándolos y alguno logra reengancharse a mí. A pesar de que la parte final del recorrido también ha sufrido alguma pequeña modificación hay que afrontar una pequeña subida y luego bajar en el parque. Estos metros en bajada, bajo el aplauso de la gente son realmente emocionantes. Al final, paro el reloj en 2h58'13", tiempo neto (2h58'25" bruto).

La segunda media ha rondado la 1h30', algún segundo más. Casi 2 minutos por encima que la primera (algo lógico) pero bastante bien para lo que creía podía ocurrir. Miguel, un pena,  no baja por poco de las 3 horas (7 segundos). El maratón es así de despiadado: en 7 kms aproximadamente me he distanciado, sin ir yo como los kms previos, casi 2 minutos. Al final es una carrera casi de "supervivencia" y si equivocas ritmos lo puedes pasar muy mal. 

Excelente punto y final a un año loco. Por la cabeza el pensamiento de: ¿y si me propusiera preparar un maratón específico? Con su planificación de 3 meses (por ejemplo), sin correr todos los domingos, sin meter entre medias carreras de montaña... no sé. Primero, descanso, también mental. Aunque ya estoy inscrito a Sevilla (24 de febrero de 2013) para celebrar mi maratón nº 30.

Al final también vi y saludé a Galgoman y a Noclearpath, de Forofos del Running: ambos exultantes. El segundo de ellos me había saludado en carrera (igual que Andrés), señal de lo sobrado que marchaba. Lástima no poder haberme quedado a comer con ellos y conocer a otros dos miembros del foro (Mrpatata y Elliot). Todos ellos hicieron grandes carreras.