lunes, 29 de octubre de 2012

Minutos musicales

Cuando era jovencito y algún programa terminaba en televisión antes de que comenzara el siguiente, nos deleitaban con minutos musicales en forma de videos. Es lo que voy a hacer yo esta tarde de domingo de octubre: en espera de algo mejor que hacer (en la vida, probablemente), voy a entretenerme con algunos de ellos. 

En ocasiones, y por exigencia del guión (como vulgarmente se dice), los actores y actrices han tenido que ponerse a cantar. En no pocas ocasiones realmente han dado el cante y, en muchas otras, ha sido tan fácil como mover los labios y que fuera alguien dedicado a ello quien realmente pusiera la voz, aunque a veces se siga pensando que esto no fue así (por ejemplo, Clooney no cantaba aquel impresionante bluegrass, I'm a man of constant sorrow, en la película de los Coen, sino que era Dan Timinsky).

A pesar de que lo hayan hecho mejor o peor, muchas de las escenas quedan en la memoria por una u otra razón. Podríamos citar multitud de ejemplos, pero seleccionaré unos cuantos que pueden ser significativos. Para no dañar en exceso mi ya muy deteriorado cerebro, limitaré el radio de acción: películas conocidas, últimos 30 años y nada de biopics sobre tal cantante o grupo, ni musicales. No pretende ser una lista exhaustiva y habrá olvidos importantes, pero es lo que me viene a la mente ahora mismo (perdón por la posible publicidad de los vídeos si alguien decide echarle un vistazo a esto).

ELLAS

Isabella Rossellini, Blue Velvet (Blue Velvet,  David Lynch -  1986)
El inmortal tema de Wayne & Morris ha tenido múltiples versiones. El genial Lynch en esta sensacional e inolvidable película da la oportunidad a Rossellini (como Dorothy Vallens) y a Angelo Badalamenti de lucirse con él. Por supuesto, yo también me quedo tan anonadado como el bueno de Kyle MacLachlan, aunque a Laura Dern no acabe de convencerla.

Andie MacDowell, Sittin' by the side of the road (Michael, Nora Ephron - 1996)
Flojísima película, como toda la producción de Nora Ephron, sobre un ángel con el aspecto físico de Travolta (entrado en kilos, no el de Tony Manero). Ni las buenas intenciones, ni la historia de amor entre William Hurt y Andie pueden salvar la función. Sólo lo podría hacer esta maravilla interpretada por la actriz.

Gwyneth Paltrow, Bette Davis Eyes (Duets, Bruce Paltrow - 2000)
Otra película desafortunada, sobre competiciones de karaoke y problemas familiares, en la que papá Paltrow dirige a su hija. Destaca la interpretación del gran Paul Giamatti, que también canta varias canciones (alguna de manera exagerada y divertida) y este glorioso momento, que vemos como vídeo musical, y en el que la Paltrow emula a Kim Carnes, con una base rítmica más moderna. Ese ligero movimiento de cadera.... 

Julie Delpy, A Waltz for a night (Before Sunset, Richard Linklater - 2004).
La (adorable) actriz y directora francesa también ha tenido tiempo para lucir sus dotes como cantante en esta sensacional película del irregular  Linklater. El díptico formado por esta y su predecesora, Before Sunrise (1995), es una de las propuestas más originales y encantadoras de los últimos años en el bastante anquilosado cine USA. Como miembro del "jurado" paraq determinar la valía musical de la Delpy, Ethan Hawke.
  
ELLOS

Michael J. Fox, Johnny B. Goode (Back to the future, Robert Zemeckis - 1985)
Un clásico de los 80 que, incluso, ha mejorado con el tiempo. En él, Michael J. Fox interpreta el clásico de Chuck Berry, compuesto el mismo año en el que se ambienta parte de la película, por lo que en esta se deja ver que el mítico Berry copió al actor. Escena divertidísima donde Marty McFly primero imita al autor de la canción y luego pasa a hacerlo (muchos antes de que estos se hicieran famosos, claro) con Hendrix y los Who.

 Rupert Everett, I say a litte prayer (My best's friend wedding, P.J. Hogan - 1997)
Otra de estas películas donde parece que el bote de melocotón ha caído en el azucarero y ha dado lugar a una comedieta romántica. Sin embargo, tiene la suerte de contar con Everett, cuyas intervenciones llenan la pantalla. En una de ellas canta, con gran (en número) acompañamiento el excelente tema de Burt Bacharach que grabó en un primer momento Dionne Warwick y que popularizó Aretha Franklin.


Jack Black, Let's Get It On (High Fidelity, Stephen Frears - 2000)
Frears fue el encargado de llevar a la pantalla la gran novela de Nick Hornby y lo hizo de manera magistral. Película que gira en torno al mundo de la música (y de una tienda de discos con díscolos empleados) y que vive uno de sus muchos momentos cumbres con el impresentable Barry haciendo esta versión del tema de Marvin Gaye ante el comprensible pavor inicial de  Bob (John Cusak).


ELLA Y ÉL

Scarlett Johansson, Brass in Pocket / Bill Murray, More than this (Lost in translation, Sofia Coppola - 2003)
La excelente película de la hija de Coppola (a la que sigo sin perdonarle lo de El Padrino III),  torrente de reflexiones sobre sentimientos desarrollado en la capital japonesa, incluye una magistral escena de karaoke, donde Scarlett trata de emular a la inimitable Chrissie Hynde de The Pretenders y Murray, con menos arte, al gran Bryan Ferry. Grandísima escena en la que lo importante es ese juego de miradas en el que ambos se dan cuenta de que puede que sea más que amistad lo que existe entre ellos.

Loles León / Antonio Banderas, Resistiré (Átame, Pedro Almodóvar - 1990)
Vamos con el toque patrio. Además, sé de un amigo que si no la incluyera  me lo reprocharía; también sé de una amiga que espero me perdone por haberle dicho en alguna ocasión (y pensado en muchas más) que la secuestraría como Ricky en esta película. Cómo suena aquí El Duo Dinámico... "Cuando pierda todas las partidas, cuando duerma con la soledad..."

CORALES

Sweet Caroline - Neil Diamond (Beautiful girls, Ted Demme - 1996)
Gran película sobre los efectos del tiempo, los antiguos amigos y mil aspectos más de la vida. Cuenta con una excelente banda sonora y un amplio y destacado reparto. Parte de él, en una inolvidable escena, interpreta el tema de Diamon. Entre ellos, Matt Dillon, Uma Thurman, Noah Emmerich, Michael Rapaport y Timothy Hutton.

Wise up - Aimee Mann (Magnolia, Paul Thomas Anderson - 1999)
Odiada por unos y exaltada por otros, entre los que me incluyo. Magnolia es una película que entrelaza historias con un denominador común como son algunos de los problemas del hombre (o mujer) actual. En una maravillosa escena, los protagonistas de esas historias cantan sucesivamente la bella canción de Mann: Cruise, William H. Macy, el genial Philip Seymour Hoffman, Melora Walters, mi adorada Julianne Moore, Luis Guzmán...

Tiny Dancer - Elton John (Almost famous, Cameron Crowe - 2000)
Casi famosos es una película sobre una época (los 70), un grupo de rock, las groupies que acompañaban a las estrellas y, también, la imposibilidad de volver a ser joven aunque no lo aprovecháramos como quizá hubiéramos debido. A lo largo de la película escuchamos canciones memorables y tenemos esta interpretación por el reparto del tema de Elton John. Momento mágico que me sigue emocionando: Kate Hudson, Billy Crudup, Jason Lee (luego protagonista de la serie Me llamo Earl), Zooeny Deschanel, Patrick Fugit, Anna Paquin (la niñita de El Piano con 18 años)..


BONUS

Y como Bonus, dos joyas. Más que cantar, se chapurrea alguna canción, pero son dos escenas inolvidables.
La primera tiene como protagonista a Michael Madsen, cantando, bailando (y dedicándose a otros menesteres menos agradables) el tema de Stealers Wheels, Stuck in the Middle with you (Reservoir Dogs, Quentin Tarantino - 1992).  Recuerdo que al verla poco después de su estreno, estábamos 6 personas en el cine, a las 5 de la tarde. Una se fue durante esta escena. ¿Dónde estaban los fanáticos del director?

La otra, ni más ni menos que Harrison Ford retando las normas amish y bailando, con la luego olvidada Kelly McGillis, Wonderful World, el mitíco tema creado por Sam Cooke (Witness, Peter Weir - 1985).


lunes, 22 de octubre de 2012

Rumbo a Abantos: maratón La montaña Solidaria

Había leído sobre el nacimiento este año de Races Trail Running y cuando anunciaron que también harían un maratón en San Lorenzo de El Escorial ya estudié meterlo en la agenda. Poco después, cuando supe que ya estaba apuntado Juanlu (con el que iba a correr unos días más tarde el Boedo) me apunté, pues supe que "me convencería" de hacer este también. El reto estaba servido: Boedo, Varsovia, La montaña solidaria en poco más de 60 días. Por supuesto, intercalado con varias carreras más y vagas promesas de que en varias de ellas, y en algún maratón, el ritmo sería muy tranquilo. Promesas que obviamente fueron quedando en nada a medida que el cuerpo respondía bien, hasta el punto de que las tres últimas semanas había hecho "un test" en las principales distancias del asfalto y con tiempos más que aceptables: maratón (3 horas ), media (1h25') y 10 kms (38').

Races Trail Running , aparentemente, es un invento en el que las cabezas más visibles son una marca de material deportivo con base principal en Alemania y un gran grupo de distribución española con origen en un local de la calle Preciados. Un buen día pensaron aprovechar el auge progresivo del trail (dentro del que vive el running en general) organizando un circuito de carreras que podrían considerarse de iniciación a este mundo (no entraré aquí en discusiones sobre denominaciones: montaña sí, montaña no, etc.). 4 carreras que luego pasaron a 5, creo, y que se caracterizaban por predominar las distancias cortas, un desnivel no muy elevado, poca dificultad técnica, etc. Es decir, enfocado a que cada vez más gente vaya aproximándose a este mundo y, por supuesto, adquiera el material adecuado de la marca patrocinadora y en los centros comerciales del otro patrocinador principal. 

Y el sábado, la verdad, había gente que presentaba una línea de ropa impecable: zapatillas, mallas, cortavientos, complementos de todo tipo.... si muchos hubieran dedicado el mismo tiempo a entrenar que a adquirir el material, incluso podrían haber subido alguna pequeña cuesta corriendo y no crear su propio circuito de Romería Trail.  Como fuere, parece que la idea ha sido afortunada: para eso se le paga un pastón al superior del superior del superior del superior del que la tuvo. Aunque habrá que esperar a ver si se repite el año que viene para juzgar realmente su éxito, un indicio de ello es que sin estar prevista, también acabó incluyéndose esta carrera de la que estoy hablando.

El nombre de La Montaña Solidaria viene dado porque se destacaba el carácter solidario de la prueba ("autobombo"), consistente en destinar a Aldeas Infantiles un euro de cada inscripción. 700 participantes entre las dos pruebas (20 y 42 kms), cuentas fáciles: 700x1= lo que factura cualquiera de los patrocinadores en un nanosegundo. Menos es nada, aunque lo veo escaso para la carga de publicidad solidaria que reciben los patrocinadores y sobre todo, para "el ejercicio de autoconvencimiento de que somos cojonudos" de todos aquellos que ayudan a unos con el dinero de  terceros. 

A la carrera no llegué con mucho convencimiento. La información proporcionada había sido lamentable: un plano colocado hace 3 meses en la página que servía para las dos distancias, dificultad técnica media, el desnivel aproximado (que se quedaba algo corto), que transcurría por caminos y pistas forestales y que el tiempo para terminar la prueba sería de unas abrumadoras 10 horas. Y, por supuesto, logos por todos sitios e "Inscripciones aquí". Esta falta de información se mantuvo hasta el lunes anterior a la carrera cuando (no sé si por la avalancha de correos) pusieron los perfiles y los avituallamientos. Creo que pecaron de novatos y de no saber lo que realmente es un maratón de montaña: la ficha técnica, perfiles y otros datos es lo primero que debe presentarse y que decide en no pocas ocasiones si se participa o no. En otras, decide si llevar camel back, qué tipo de alimentos extra llevar y varios aspectos más.

No eran buenos los augurios, pues. A esto se sumó el mal tiempo del día anterior, que hacía temer lluvia, frío, viento y niebla en las partes de mayor altitud, por encima de los 1.700 metros en la cima de Abantos. Y sin embargo, la carrera resultó ser más que interesante. Cierto que hay algunos aspectos que se podrían mejorar, como la referencias kilométricas (algo siempre difícil en montaña, la verdad) y avituallamientos: el primero no llegó hasta el 11, o al menos no vi el previsto para el km 5 y, el final, era algo deficiente en comparación con los de carrera, completos (los que eran sólidos).

Pero el resto de la carrera, de notable. Salida y llegada junto al Monasterio de El Escorial (un lujo siempre), con las vistas desde la cima del  Abantos y las del kilómetro 30, espectaculares. Un recorrido poco técnico, muy corrible, en el que si estás en forma es poco lo que tienes que andar en las subidas; un par de zonas, cortas, de bajadas entre pedregales fueron quizá lo peor. Las prometidas y/o imaginadas pistas forestales, fueron mínimas, ya que se buscaba en todo momento senderos y, en zonas abiertas, campo a través. En suma, recorrido variado (pedregal, sendas entre helechos, prados, algo de pista, zetas entre bosques...) y que me resultó muy atractivo. Y perfectamente señalizado, con cinta (con el logo de los patrocinadores "solidarios") cada pocos metros, balizas para niebla en los puntos que esta podía aparecer (sólo hizo un amago en la zona del último ascenso) y voluntarios en algún punto que podría ser más conflictivo. Para recalcar el aspecto popular, el tiempo concedido era de 10 horas: daba tiempo, de sobra, a hacerlo  andando.

Con bastante tiempo, antes de las ocho de la mañana, llegábamos Juanlu y yo a la zona de la carrera. Entre recoger el dorsal, charlar con conocidos y tomar un café, casi nos dieron las 9:00, por lo que al final ni calentar. Como el día se tornaba en ideal para correr (y lo fue), decidí salir sólo con camiseta técnica de manga larga... y guantes, que sólo estorbaron al final. Con puntualidad se dio la salida a ambas pruebas, 20 kms y 42 (algo menos) y unos 400 metros más tarde comenzábamos a subir las primeras rampas, duras, la verdad, todavía dentro de la localidad. Aquí ya pasé a gente que había salido en primera línea, algunos de los cuales habían comenzado a andar (como dije, perfectamente conjuntados, eso sí). Poco más adelante, se tomaba el primer sendero que nos conducía a la cima de Abantos (km 7,5): esta subida es de unos 750 mts de desnivel en algo más de 7 kms, sobre el 10% de pendiente media, aunque con zonas de cierto descanso y otras durísimas.

La estrategia propia de carrera era ser más o menos conservador, reservando fuerzas para la segunda parte de la prueba. En las largas distancias de montaña, si muscularmente te fatigas en exceso al principio, luego no puedes casi ni correr en llano; me ha ocurrido y no sólo en mis primeras carreras de este tipo. Así que decidí afrontar con cierta tranquilidad esa primera subida (la más dura); además, en los primeros senderos, con tanta gente resultaba casi imposible adelantar y, si se hacía, suponía un importante gasto energético extra. Anduve en un par de tramos más duros y sin excesivo cansancio llegaba a Abantos para disfrutar de unas magníficas panorámicas y comenzar el descenso. Este, que intercalaba alguna pequeña subida y alguna zona algo más difícil, nos llevaba al kilómetro 11, donde nos esperaba el avituallamiento (en todos me tomé mi tiempo para hidratarme y comer algo sólido) y donde se separaban las carreras.


Tra el avituallamiento, comenzábamos un tramo de subida y falso llano durante unos 2 kms, para volver a descender. Sobre el km 16,5 empezábamos con la segunda subida, que nos llevaría al 22,5 aproximadamente; incluía el paso por las calles de Robledondo, donde se encontraba otro avituallamiento sólido que permitía partir el duro tramo en dos. Era también la mitad del recorrido. Lo más positivo es que me encontraba con bastante fuerza y bien muscularmente. Así que, con tranquilidad pero sin parar, fuimos continuando con la ascensión. Tanto esta como el siguiente descenso (kms 22-25) tenían sus momentos de descanso, lo que muscularmente ayuda. En la bajada, en una zona de pedregal, un mal apoyo hace que me doble el tobillo: además del susto, me costará un km volver a coger el ritmo y la confianza (me dolerá unos días más al girarlo, eso sí).

Con la confianza recuperada, se afrontaba la tercera y última subida continuada que contaba con unos 5 kilómetros. También tenía sus descansos en forma de llano o descenso, pero parecía que nunca terminaría. Arriba amenazaba niebla, pero no llegamos a entrar en ella. Desde aquí, fundamentalmente era  descenso lo que nos quedaba, aunque en este tipo de carreras siempre hay alguna sorpresa en forma de toboganes; por lo tanto, cuando en el avituallamiento del 33 nos decían que "ya es todo bajada", no me confiaba en exceso. Y estaba en lo cierto: después de unas espectaculares zetas en pleno bosque, entre el 37 y el 39 había zonas de subida con cuestas fuerte; por pista, eso sí, que siempre son más asequibles. Me sorprendo viéndome correr en todas ellas sin tener que andar: el cálculo de la carrera, en ese sentido, ha sido casi perfecto. Todo lo malo termina y aquí ya desandamos los primeros 3 kms, pasamos nuevamente por el Monasterio y entramos en meta.

4h25' y una aceptable 28º posición de 200 llegados. 400 más en la de 20 kms y otros 100 que imagino sólo serían solidarios (un euro con la ONG mencionada y el resto de la inscripción con la organización). Pero muy bien la carrera. Además, entregaron medalla (decisión de última hora) y acompañaron con una camiseta, aunque no fuera de la marca patrocinadora sino de otra, que no hay que copar el mercado. Por cierto, imagino que esta otra marca también se solidarizó con alguna ONG  y por eso se fue a fabricarlas a Bangladesh (o, quizá, le influyó aquel concierto organizado por George Harrison en los 70'). Ironías, aparte, muy recomendable este maratón, la verdad. Perfecto para los que les guste la montaña donde se pueda correr. Por cierto, muy majos y agradables los voluntarios.

Y ya que estamos.....



martes, 9 de octubre de 2012

¡Viajeros, al tren!

Cuando era niño, y me imagino que a otra mucha gente le ocurriría lo mismo, me sentía fascinado por los trenes: esas inimitables máquinas que surcaban el país a gran velocidad,  transportando pasajeros o mercancías. Esa admiración siguió creciendo a medida que películas y/o libros iban sumando ideas a mi, ya de por sí, alterada imaginación. En la introducción a Cuando era más joven para su doble disco en directo (que se decía en la época del LP), Sabina los definía como "animales mitológicos que simbolizaban la huida, la fuga, la vida, la libertad". Creo que define a la perfección lo que podían representar para nosotros, aunque no tuviéramos muy claros todavía algunos de estos conceptos. 

Pero cada vez que veíamos pasar alguno a una velocidad fulminante soñábamos con ir subidos en él, en un trayecto que no acabaría sino en Vladivostok (de haber sabido de su existencia) y, en el que, por supuesto, seríamos los protagonistas de un simpar número de aventuras con final feliz. Durante mi juventud, en el que viajar en ellos era algo frecuente, siempre deseé que ocurriera algo como lo que había leído o visto en pantalla, pero no, no tuve excesiva fortuna. Quizá alguna avería o parones por huelga, lo que nunca permitió sacar a relucir mi lado cercano a Hercules Poirot, el famoso personaje de Agatha Christie.

En la actualidad, ha aumentado la comodidad, la velocidad, las prestaciones en general, pero quizá se haya perdido buena parte del espíritu romántico que tenían los trenes, si exceptuamos algunas línesas que sobreviven como reclamo turístico. Sin embargo, los misterios siguen asociados al tren, aunque sean de otro tipo, tales como "¿qué particular se puede permitir viajar con cierta frecuencia en el AVE?",  "¿quién realiza los estudios de mercado que dan lugar a líneas que luego no tienen apenas pasajeros y constituyen negocios ruinosos?" o "¿a cuánto ascienden las comisiones que...", bueno, este ni Poirot. 

Así que llegó el momento de realizar un pequeñísimo homenaje al tren y lo haré a través de uno de mis medios preferidos: el cine. Muchas películas han incluido grandes escenas en un tren (daría para otra entrada), pero he buscado algo más concreto: que casi toda la película se desarrollara en él. Y a poder ser que, además, fuera interesante. Este es el resultado:

1.- The General (El maquinista de la General, Buster Keaton - Clyde Bruckman, 1926)
Para empezar una rotunda obra maestra que, sin embargo, no contó en un primer momento con el apoyo de la crítica. Todo lo contrario, quizá por que el héroe de la película era sudista. Así que fue un fracaso que tuvo como consecuencia que desde entonces se controlara más a Keaton para que no hiciera lo que le viniera en gana, aunque siguió teniendo cierto control.
El filme cuenta la historia real (aunque con licencias, lógicamente) de Johnny Gray, que durante la Guerra queda en la retaguardia, pierde la consideración de su prometida, y tiene que actuar cuando soldados de la Unión roban su locomotora en la que también va ella. Gray, por tanto, buscará recuperar a los dos amores de su vida. 
Buena parte de la película se desarrolla en la locomotora, con escenas circenses para la que Keaton nunca usaba extras: todo es real. Una absoluta maravilla de película que debería pasarse en todas las escuelas del mundo el primer día de clase de cada curso.


2.- Shanghai Express (El expreso de Shanghai, Josef Von Sternberg, 1932)
La Dietrich era un actriz de cine y cantante de cabaret con no demasiado éxito cuando la conoció Von Sternberg. El director moldeó su imagen y convirtió a una cantante de segunda entrada en kilos en el mito Dietrich: primero encarnando a Lola-Lola en la mítica El ángel azul y, después, en siete películas realizadas en Hollywood. Una de ellas es esta, que narra el convulso viaje de varias personas entre Pekín y Shanghai en medio de las amenazas de soldados rebeldes.
Casi toda la película se desarrolla a bordo del tren, aunque sin duda lo más destacado es la actriz. Sternberg se enamoró de ella y aquí, con un maravilloso blanco y negro, la fotografía de manera majestuosa constituyendo per se toda una declaración de amor. Para mí, posiblemente sea el culmen de la belleza de Marlene, con una majestuosa línea de ojos, cargada de misterio, como requiere el personaje célebre de Shanghai Lily. Y ya sabemos, "hizo falta más de un hombre para cambiar mi nombre por el de Shanghai Lily".



3.- The lady Vanishes (Alarma en el expreso, Alfred Hitchcock, 1938)
Un espacio limitado como lo es un tren era un lugar perfecto para que Hitchcock hiciera gala de su maestría. Esta película era la 22 de su filmografía, penúltima de su primera etapa inglesa y junto a Treinta y nueve escalones, la mejor de la misma. La trama, fundamentalmente, tiene lugar en un país europero ficticio, Brandika y es en realidad un aviso de los peligros nazis (estamos a un año del comienzo de la II Guerra Mundial).
Los viajeros de un tren deben hacer noche en un hotel por el mal tiempo. Cuando siguen su curso, dos de ellos (hombre y mujer que en un principio parecen odiarse) deben colaborar para resolver un enigma. Con gran dosis de comedia, se nota el pulso del gran director británico que anticipa sus grandes obras rodadas en USA, moviéndose como pez en el agua en un escenario como es el tren. Otras películas suyas tendrán grandes escenas en este medio, como Extraños en un tren o Con la muerte en los talones.
Este filme se sirve de unas buenas interpretaciones de Michael Redgrave y Margaret Lockwood, así como unos más que correctos secundarios.



4.- Terror by night (Terror en la noche, RoyWilliam Neill, 1946)
Entre 1939 y 1946 se rodaron 14 películas de bajo presupuesto sobre el personaje de Sherlock Holmes que fueron interpretadas por Basil Rathbone y Nigel Bruce, este en el papel de Watson. Las dos primeras se ambientaron en su época, aunque después ya se llevaron a la de producción e hicieron, en algún caso, luchar a Holmes con los nazis. Algunas, ni estuvieron basadas en novelas de Conan Doyle. 
Terror by night es la penúltima de la serie y narra como el gran detective es contratado para escoltar una joya, la Estrella de Rodesia, en el expreso que va de Londres a Edimburgo. Más cercano, casi, al espíritu de Christie que al de Doyle, es una buena muestra de serie B que va directa a los acontecimientos (menos de una hora de duración). Si nos fijamos un poco, nada se rueda en un tren, sino que todo es decorado en estudio e imágenes del exterior intercaladas. Serie B es serie B.
No es la más lograda de las películas del duo, pero sí más que interesante. Pendiente queda hablar algún día de uno de mis ídolos literarios en la pantalla, Holmes. Rathbone, perfecto toda la serie y posiblemente el actor que mejor encarnó al detective. Como curiosidad, era sudafricano, aunque de padres ingleses que fueron expulsados del país acusados de espionaje y volvieron a Inglaterra durante la guerra de los Bóers (aquella en la que Churchill fue hecho prisionero).


5.- The narrow margin (Testigo accidental, Richard Fleischer, 1952)
Otra película de bajo presupuesto que toma un tren como escenario, quizá porque es una buena forma de abaratar costes. Sin embargo, también es verdad que para conseguir un buen filme hay que tener cualidades y un buen y dinámico guión. Esta producción de la RKO (180.000 dólares aproximadamente) cuenta con él.
Dos policías deben escoltar a la mujer de un gángster fallecido desde Chicago hasta Los Ángeles, donde entregará una lista de delincuentes a las autoridades. Lógicamente, también hay interesados en que no lo haga. La mayoría de los 71 minutos de película tienen lugar en el tren, donde se usan magistralmente pasillos, compartimentos y restaurante para lograr mantener la emoción. Algo que consigue con mano firme un Fleischer en su etapa de formación y que luego nos daría obras que todos vimos los sábados por la tarde en más de una ocasión: 20.000 leguas de viaje submarino o Los Vikingos, ambas con Kirk Douglas.
El elenco protagonista, la verdad es que mejorable, aunque no se puede tener todo. Sí nos sirve de ejemplo para conocer las carencias y virtudes de todas estas películas destinadas a completar  los grandes estrenos y que en algunos casos los superaban en cuanto a calidad.


6.- The train (El tren, John Frankenheimer, 1964)
 El tren puede verse como un homenaje a los ferroviarios franceses que formaron parte de la Resistencia durante la ocupación alemana de Francia en la II Guerra Mundial. A los verdaderos, ya que en el país vecino, como en España, hubo quienes se inventaron un pasado; es decir, al igual que aquí todo el mundo corría delante de lo grises, allí todo el mundo había pertenecido a este movimiento (no confundir con nuestro Movimiento, por cierto) y nadie había sido colaboracionista. Por otra parte, también debe verse como un dilema moral: ¿se le podría poner precio, en vidas humanas, a la mejor colección de arte del mundo?
Cuando París está a punto de ser liberado del yugo alemán, el coronel Von Waldheim (gran Paul Scofield) concibe la idea de llevar a Berlín una impresionante colección de obras de arte (Picasso, Matisse, Cezanne, Gauguin...) consecuencia del expolio al que había sido sometido el país. Un inspector de trenes, activista de la Resistencia, recibe órdenes de evitarlo cueste lo que cueste, aunque se opone a que ese precio se cuantifique en la vida de patriotas.
Excepcional película que transcurre entre trenes, estación y aledaños de esta, pero siempre con ese tren como referencia. John Frankenheimer consigue una de sus mejores obras contando con una excepcional fotografía en blanco y negro, preciosa música de Maurice Jarre y un buen reparto donde destacan el citado Scofield, Michel Simon, Jeanne Moreau y, por encima de todos, el gran Burt Lancaster.
Siempre recuerdo la frase de un ferroviario:
- No he visto nunca ninguno de los cuadros que hay en ese tren. Quizá, cuando todo esto acabe, tengamos que echarle un vistazo a esas pinturas.


7.- Emperor of the North Pole (El emperador del Norte, Robert Aldrich, 1973)
Otra película que gira en torno a este medio de locomoción y que está basada en una historia de Jack London. El escenario es el estado de Oregón, a principios de los años 30, en plena Gran Depresión. En este ambiente de masas desempleadas vagando de un lado a otro del país, se producirá el más que curioso enfrentamiento entre un vagabundo llamado "Nº 1", conocido porque no hay tren en el que no pueda viajar como polizón, y un celoso y duro maquinista, al frente del 19, caracterizado por ser impecable con ellos.
Filme trepidante, de aventuras aunque da mucho que pensar: conseguir viajar en ese tren simboliza la posibilidad de que los que se encuentran al margen lleguen a cambiar el orden del mundo y triunfar sobre los que tienen el estatus (sí, siempre es lo mismo). Como principal baza, cuenta con la portentosa presencia de dos de los duros de la pantalla por excelencia, Lee Marvin (nº 1) y Ernest Borgnine (ferroviario) que eclipsan la más que correcta aparición de un joven Keith Carradine.
Dirige uno de los directores más infravalorados, Robert Aldrich, al que debemos grandes obras como Veracruz, ¿Qué fue de Baby Jane?, Apache, Doce del Patíbulo....


8.- Murder on the Orient Express (Asesinato en el Orient Express, Sidney Lumet, 1974)
La célebre Agatha Christie usó el escenario de un tren para conseguir una de sus obras más recordadas, concretamente el  Orient Express, uno de los más lujosos y famosos, que unía París con la actual Estambul (dejó de ofrecer servicio en 2009). Para la versión cinematográfica no se escatimaron recursos, comenzando por el director (Sidney Lumet) y acabando por un elenco coral con grandes nombres como Sean Connery, Richard Widmark, Jacqueline Bisset, Vanessa Redgrave, Anthony Perkins, Lauren Bacall o Ingrid Bergman, quien conseguiría el premio a la mejor actriz de reparto.
Al frente de todos ellos, y encarnando al genial detective belga Hercules Poirot, el inglés Albert Finney. Bastante adecuado, aunque soy más del Peter Ustinov que lo encarnó en Muerte en el Nilo. Producción muy cuidada, con excelentes fotografía y puesta en escena, cuyo éxito llevaría a nuevas adaptaciones de obras de la escritora inglesa. El reparto constituido por una suma de estrellas se usó mucho en un cine típicamente "setentero", como el de catástrofes.

9.- Silver Streak (El expreso de Chicago, Arthur Hiller, 1976)
Si en Testigo accidental los protagonistas viajaban desde Chicago a Los Ángeles, los de esta hacen el recorrido contrario: de la ciudad californiana a la del viento. Cerca de 3.500 kms que aquí dan lugar a una simpática película que mezcla la comedia con el suspense "hitchcockniano". Gene Wilder interpreta a un editor de libros que conoce a la secretaria de un profesor de arte que acaba siendo asesinado.
Primera aparición juntos de Gene Wilder y Richard Pryor, aquí afortunadamente al servicio del guión y no como elementos sustitutivos del mismo, como harán en otras películas (insoportables, la verdad). A destacar ese gag de cómo hacerse pasar por negro. Gran partitura, como siempre, del inimitable Henry Mancini.
Un buen ejemplo de lo que mi imaginario infantil creía que era habitual que ocurriera en un viaje en este medio, y que sirve para pasar un buen rato con las peripecias de Wilder para conseguir subir una y otra vez a un tren del que es expulsado.

10.- Runaway train (El tren del infierno, Andrei Konchalovsky, 1985)
Dos reclusos escapan de una prisión de alta seguridad en Alaska y suben a un tren que debe conducirlos a la libertad pero cuyo maquinista muere repentinamente. El director soviético Konchalovsky, autor de la extraordinaria Siberiada, se trasladó a Hollywood, donde ganaría un buen dinero pero perdería reconocimiento y facultades. Este, posiblemente, sea su mejor filme en USA, en el que el trayecto hacia la libertad acaba convirtiéndose en uno hacia la muerte.
El filme cuenta como principales bazas con el clima claustrofóbico que logra crear, uniendo al espacio reducido de un tren, la ambientación más que gélida de Alaska. Junto a ello, la gran actuación de John Voight (el papá de Angelina Jolie), que cubre las carencias de su compañero Eric Roberts. Acompaña una Rebecca De Mornay antes de meterse a baby-sitter para mecer cunas y alcanzar la fama,  y antes de que compartir pantalla con Don Johnson y Banderas (que no andan en Hollywood por su calidad, precisamente) en dos fracasos, la llevaran de cabeza a la TV.


Y como bonus, Brief Encounter (Breve encuentro, David Lean, 1945)
No se desarrolla enteramente en un tren, aunque buena parte sí lo haga en los andenes de la estación y su recuerdo esté asociado al mismo. Especialmente la brillante escena final, ejemplo de amor desaforado (a lo que ayuda el Concierto nº 2  de Rachmaninoff). Basada en un obra de Noel Coward es una de las grandes películas inglesas de todos los tiempos, dirigidas por un Lean que todavía no había iniciado la etapa de superproducciones que le han dado la fama (El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia...).
Absoluta obra maestra interpretada de forma sublime por Celia Johnson y Trevor Howard que, como anécdota, inspiró la no menos majestuosa El apartamento, de Wilder, al preguntarse el genio austríaco no por los protagonistas, sino por el amigo que le dejaba a él su casa para que mantuvieran relaciones sexuales.

 

Me uno a mi preocupación por el estado de la educación, aportando mi granito de arena en forma de links de esta película por si alguien todavía no la ha visto (actualmente en activo y en versión DUAL)

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martes, 2 de octubre de 2012

Desde el otro lado del Vístula: Crónica del maratón de Varsovia

EL PLAN

El incansable Quique (Corraliego) durante nuestro viaje a Marrakech había hecho un mágico listado de lugares donde deberíamos correr un maratón, auténtico cajón-de-sastre donde se daban cita ciudades como Damasco o Podgorica. Entre ellas aparecía una que me extrañó que, un auténtico trotamundos como él,  no hubiera visitado aún: Varsovia. Unos 15 días después de volver de tierras marroquíes, Quique me anunciaba que había visto un vuelo directo a la capital polaca y por un precio irresistible. En marzo, y tras calibrar cada uno por su cuenta otras opciones, llegábamos a un acuerdo, quizá deberíamos hablar de pacto (de Varsovia, desde luego). Con 6 meses de antelación adquiríamos vuelo y hotel.

VARSOVIA

Me atraía visitar (y correr en) Polonia, un país de historia más que convulsa y con un agitadísimo siglo XX, donde fue presa de los intereses de dos crueles dictaduras. Por un lado la nazi, que con la entrada el 1 de septiembre de 1939 en el país "oficializa" el inicio de la 2ª Guerra Mundial y que acabaría arrasando casi toda Varsovia; y  por otro lado la soviética, que tuvo el control del país desde 1945 hasta la caída del Muro de Berlín, haciendo constantemente uso de la fuerza y represión para sofocar las posibles peticiones de apertura y libertad del pueblo polaco, mientras que gran parte de la intelectualidad (con pocas luces socio-políticas) europea jaleaba al régimen que las aplicaba. Por supuesto, tras la caída del Muro tocó cambiarse la chaqueta y colocarse una sin bolsillos ni florituras a la altura del pecho, dejando el suficiente espacio libre para colocarse las medallas que recibirían por algo que nunca ayudaron a conseguir.

La ciudad me ha sorprendido. Me había formado una idea diferente, quizá influida por lo leído, por el cine, por mi pasión por la Historia. Esperaba un mayor vestigio de la época soviética (han pasado poco más de 20 años tan sólo), una ciudad más fría, "más atrasada" al menos desde un punto de vista occidental. Y sí, esta influencia puede verse en sus anchas y largas avenidas con muchos espacios verdes (más verde = menos hormigón, que diría un buen "occidental"), en las zonas de extrarradio donde parece predominar la "tristeza" (y ausencia de material de ocio) o en algunos edificios entre los que sobresalen los más de 237 metros del imponente Palacio de la Cultura y la Ciencia, regalo de la URSS a Polonia (concluido en 1955).  Majestuoso, aunque quizá los polacos hubieran preferido algo más sencillo, como la libertad.

Pero aparte de esto, mi impresión es la de una ciudad muy modernizada, que continúa progresando y cambiando, terriblemente limpia, atrayente para el turista (otra cosa será cuando se encuentre cubierta por la nieve) y con un centro histórico que por todas las razones imaginables se torna en entrañable. La verdad es que el recuerdo que me llevo es inmejorable, sólo enturbiado por el corredor local al que en la salida le pedí un trago de agua y me lo negó. La gente, en líneas generales, amable; se debía tratar del  tonto de turno, que en Polonia también los hay y algunos, al menos uno, corre.

LA PREVIA

El viernes un poco después de las 16.00 salíamos de Madrid y en menos de 4 horas llegábamos al aeropuerto Frédéric Chopin (el compositor es uno de los grandes iconos polacos de todos los tiempos). De aquí, en 25 minutos, un autobús nos dejaba en la puerta del hotel, situado en pleno centro de la ciudad. Desde el 6º piso, el nuestro, impresionantes vistas, con el mencionado Palacio de la Cultura justo en frente. Una cenita en un restaurante italiano y un pequeño paseo por el barrio ponían el cierre al día. 

El sábado, tradición obliga, me levantaba pronto y me daba un trote de poco más de 6 kms por el casco antiguo. Tras desayunar, Quique y yo ibamos andando a recoger el dorsal, lo que se hacía en el estadio recién construido para la Eurocopa de este verano y que era donde el domingo se situaba la meta. Tras andar unos 4 kms, y atravesar el Vístula, nos quedamos asombrados con la instalación: es uno de los más modernos de Europa, techo retráctil, con todavía el aroma a nuevo, un suelo colocado sobre todo el césped que ocultaba éste... hasta la televisión polaca decidió entrevistarnos cuando respondía que éramos españoles y me dijeron que preguntarían en inglés y que yo podía responder en castellano, que luego un intérprete traduciría. Le dejé el honor a mi compañero, más potencial estrella de los mass media.

Regresamos al hotel a dejar las bolsas  y seguimos pateando la capital polaca. El casco antiguo fue totalmente reconstruido tras la guerra, intentando hacerse lo más fielmente posible y está declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Está formado por dos zonas hoy de reducidas dimensiones, Stare Miasto y Now Miasto, o Ciudad Antigua y Ciudad Nueva. Así que a fondo nos pusimos a disfrutar de la Plaza del Castillo con el Palacio Real y la columna de Segismundo III, la encantadora Plaza del Mercado (verdadero centro sentimental de la ciudad), la Archicatedral, la Barbacana y murallas que rodeaban la ciudad, incluso subimos hasta la fortificada Cytadela para retornar hasta "la otra" Plaza del Mercado, esta de la Ciudad Nueva, donde comimos. Una hora de respiro antes de emprender camino hasta lo que era el  Barrio judío cuando los sanguinarios nazis tomaron Polonia y donde pueden verse diferentes monumentos en honor a las víctimas y héroes del levantamiento contra el invasor.

Para rematar volvimos al centro, donde remontamos una de las principales calles de la ciudad en sentido contrario a una populosa manifestación que ya habíamos encontrado por la mañana. Al igual que en España, Portugal o Alemania, también en Varvosia se protestaban contra las medidas ante la situación actual, aunque aquí también se sumaban otras protestas dentro de la principal, como contra las centrales nucleares y "el espíritu anti-católico". Los convocantes eran el principal partido de la oposición y el sindicato Solidaridad, aquél al que perteneció el mítico Lech Walesa (¿usaría Rolex el gran sindicalista polaco?), premio Nobel de la Paz. El gran Quique se hizo una fotografía junto a una pancarta, por lo que puede decir que un día perteneció a Solidamosc. Aunque, como siempre ocurre, no se ponen de acuerdo Gobierno y convocantes en cuanto a cifras, se habla de 50.000 polacos y 2 españoles recorriendo el centro de Varsovia el sábado por la tarde.

Sobre las 19.00, casi de noche aquí, llegábamos al hotel tras caminar bastante más de 10 kms, a descansar un poco y quejarnos del dolor de piernas. Algo más tarde salíamos a comer algo de pasta y, temiendo lo peor por la lluvia que caía, regresábamos: la mañana del día siguiente continuaríamos la visita por la ciudad, aunque esta vez corriendo.

EL MARATÓN 

Si la ciudad me sorprendía, también lo iba a hacer la maratón, una carrera que no tiene nada que envidiar a otras más reconocidas: aquí coincidíamos también Quique y yo. Quizá no tenga un recorrido tan visualmente atractivo como lo pueda ser el de Roma o Florencia, pero como MARATÓN  es excelente. El recorrido es bastante llano y lo peor puede ser las zonas de adoquinado. Un par de ellas, de corta duración, al principio (en el paso por el casco antiguo de la ciudad) y otra, de casi 3 kms de duración, en el trayecto del RezerWat Natolin (parque y reserva natural), por el que se pasa entre el 24 y el 27 aproximadamente. 

La salida se produce en una zona amplia en las afueras del Estadio arriba mencionado y la llegada, realmente espectacular, en el interior del mismo, donde están los vestuarios, masajistas y guardarropa. Dicha salida es por cajones de tiempo a los que no hay problemas para acceder, aunque listos hay en todos los sitios y en el mío (el primero tras la élite) coincidí con varios corredores que debían estar mucho más atrás. Eso sí, no vi a nadie sin dorsal, algo de lo que deberían aprender muchos maratones, especialmente Madrid, que es una fiesta del atletismo "de gorra". Más de 8.500 inscritos y casi 6.800 llegados a meta, lo que indica que mucha gente se apuntaba aunque sólo hiciera unos kilómetros. El precio al cambio, unos increíbles 25 euros para todo lo que se ofrecía, incluída una camiseta, de algodón pero bonita. Por cierto, cómo fastidia eso de ir al límite de tus fuerzas y que te adelante alguien (con dorsal) a una velocidad muy superior.... con prenda no transpirable y sin sudar, lo que indica que ha elegido sólo hacer los kilómetros finales de la carrera.

Las calles por las que transcurre son anchas y los avituallamientos cuentan con agua desde el km 5. Desde el 7,5 también Powerade, aunque creo que desde el 30 habrá bebida energética cada 2,5 kms (con el orden, en cada avituallamiento de agua-power-agua para evitar el sabor dulce si se quiere beber H2O al final); también plátanos cortados y pelados ofrecidos en bandejas y en la parte final por los voluntarios con guantes de plástico. Por cierto, muchos voluntarios en cada puesto. 

Varsovia es una ciudad que camina hacia los 2 millones de habitantes; por lo tanto, muy grande. Nosotros habíamos conocido la parte central, pero corriendo íbamos a recorrerla de norte a sur. Así que, tras salir del Puente Poniatowski, los primeros 10 kms transcurren por la zona turística, dentro y en los alrededores del casco antiguo. En el 7 se pasa por el punto más al Norte de la Ciudad o, realmente, lo que yo entiendo como tal, que vete tú a saber dado mi pobre sentido de la orientación. Desde aquí se empieza "a descender" (sin ser un verdadero descenso, pero bueno), pasando nuevamente cerca de la zona de salida y continuando hasta el fin de la ciudad en el km 24. Del 7 al 11, con la atrayente referencia visual del río Vístula que cruza la urbe. Todo este trayecto es por avenidas grandes (3 carriles) que podrían absorber al doble de corredores.

Aquí nos adentramos en el parque mencionado y al salir del mismo comienza "la operación regreso", también por calles muy espaciosas, amplias. Con la aproximación al 35 se nota que llegamos al centro de la ciudad: zonas verdes que culminan corriendo junto al parque Lazienki (otro de los símbolos de la ciudad), mayor animación, paso por zonas diplomáticas y la embajada de EEUU, la residencia del primer ministro, la plaza de las Tres Cruces... para, en la Plaza Charle De Gaulle, sobre el km 39,5, girar hacia la derecha y enfilar nuevamente el Puente Poniatowski para volver al estadio. Una última, pequeña y ligera subida nos adentra en este y los últimos 195 metros son en su interior.

Como es característico de las maratones de este estilo, la animación es intermitente pero muy ruidosa en determinados puntos. También vi a bastantes a grupos o personas aisladas animando en las zonas más lejanas. Medalla para todos los finishers y plástico para protección, agua y bebida energética y un caldo (con arroz, creo, pues no lo probé) para recuperarse del esfuerzo. 

LA CARRERA

El domingo amanecía con cierto frescor, sol más que tranquilizador y un poco de aire. Desayunamos algo antes de las 7 y cogimos un autobús (transporte gratis, otro punto a favor de la organización) que nos llevó a la zona de la salida. En él conocíamos a Joaquín, un español que había venido con la mujer y que se enfrentaba con su particular estilo (andando/corriendo) a su segundo maratón. Cuando faltaba una media hora, me despedía de Quique, me quitaba la ropa de abrigo y buscaba un lugar donde diera el sol para calentar un poco. 

Menos de 5 minutos antes de las 9, me colocaba sin problema alguno en la línea de salida, tenía el incidente relatado con el corredor polaco al que espero que se le atragantara el agua (y le saliera una ampolla de por vida) y comprobaba que aun tarde, aparecía algún que otro amago de nervios. Los primeros kms comencé con cierta tranquilidad aunque a ritmo vivo, disfrutando del centro de la ciudad. Desde el 8 comencé a apretar y en el 10, junto al estadio y arrastrado por toda la animación que allí había, me junté con otro corredor para perseguir a un amplio grupo que iba por delante. Le pregunté y me dijo que era el de las 3 horas (no se veía globo), así que en el 14 conseguimos integrarnos en el mismo. En ese momento contaría con cerca de 50 corredores.

Nunca he sido de correr junto a un pace maker (que así se llaman)  pese a sus ventajas. Como hacía aire y no quería quedarme en tierra de nadie me animé a seguir en el interior del mismo. AGOBIANTE. En un solo kilómetro casi me tiran 3 veces, caos en los avituallamientos... qué horror. Eso sí, a salvo del aire y dejando que tirasen otros, aunque había que mover (y deprisa) las piernas. Al llegar el parque (km. 24) y el molesto adoquinado se estrechaba el camino, por lo que me adelanté un poco. 

- Ese de Campo de Criptana...

Pues sí, otro español. Me había reconocido por la parte de atrás de la camiseta. El amigo Jesús, de León y que trabaja en Berlín... en la misma empresa donde lo hace  el marido de una conocida, también de mi pueblo, con el que pasé el sábado previo a correr en la capital alemana hace 2 años (ella es hermana de un amigo de toda la vida). Esto me lo contaba Jesús mientras que, con cierta renovada confianza patriótica, nos distanciábamos del grupo al llegar a una dura cuesta de unos 300 metros en pleno parque (la parte más dura del recorrido). 

A la salida, nos tocaba sorpresa y desagradable: el viento en contra, a veces con fuerte racha. Aun así, no esperamos al grupo, que venía cerca pero ya totalmente desmembrado (poco más de 10 unidades). Y a la altura del 37... el cordón de mi zapatilla izquierda (era el primer maratón para ellas y, excepto en esto, se portaron de manera sobresaliente) que se desata. Intenté correr así, pero no había nada que hacer. Así que me tuve que apartar a la acera, agacharme, notar que a estas alturas de la carrera duele todo el cuerpo y un 90% del alma, con pulso poco firme y certero atar ese maldito cordón rebelde, pegar un grito de dolor al volver a izarme y seguir corriendo... pero a otro ritmo. 

Mientras tanto, Jesús y detrás de él el grupo de las 3 horas se alejaban sin piedad y cada vez más. Poco más de un km después, antes de llegar al avituallamiento decidí hacer algo así como magia y me tomé un gel que llevaba en el bolsillo del pantalón; esto y un trago de agua para quitar el sabor asqueroso y empalagoso del mismo parecieron reanimarme. O, al menos, me hizo quejarme de lo pegajoso que iba en vez de pensar en que cada vez había más distancia entre ellos y yo. Al girar para tomar el puente que llevaba al Estadio, sabía que el perfil era ahora algo favorable (con unos 150 mts de ligera subida) y que el viento ahora se tornaba a nuestro favor. Esto, junto al gel, la mente o el simple hecho de recuperar el ritmo me dio confianza y volvía a recuperar las buenas sensaciones.

Incluso veía que se iba recortando algo la distancia, aunque ya era imposible que les alcanzara. A pesar de mis renovadas fuerzas tampoco quise (me lo tengo prohibido, además) forzar en exceso y a lo loco, por lo que cuando encaraba la excitante recta final en el estadio lo hacía disfrutando, mirando a todos lados, saludando, haciendo algún que otro gesto... pero también viendo como el reloj se me iba por encima de las 3 horas. 3:00:15, netos, en una gran carrera para mis posibilidades. Más que contento, aunque lógicamente me hubiera gustado quitarle esos segundos. Por supuesto, sin haber dejado de andar ni un metro el día antes para haber tenido las piernas más descansadas. 

EPÍLOGO

Esperé a Quique ya con ropa de abrigo y animando a todos en el túnel del estadio, algo que nunca había hecho. Después regresamos al hotel, ducha, a comer y a seguir visitando lo que nos faltaba: fundamentalmente el prodigioso parque Lazienki, al que fuimos andando rememorando buena parte de los últimos kms de la carrera matinal. Aunque no pudimos ver la célebre estatua de Chopin (zona en obras) nos dimos un paseo por él y vimos el anfiteatro donde se ofrecen conciertos. Por desgracia (peor que la del cordón, maldito cordón) llegamos al final del concierto del domingo y no pudimos deleitarnos con la interpretación de la música del genio romántico.

Después paseo por el centro, cena y a la cama. El lunes despertaba temprano y corría 5 kms por los alrededores del hotel para despedirme de la ciudad y notar que las piernas estaban intactas. Creo que me sorprendía a mí mismo con esa sonrisa que raras veces luzco y que algún psicólogo no dudaría en calificar como de algo parecido a la felicidad.