miércoles, 20 de junio de 2012

Las películas de los 80

El otro día hablaba de unas cuantas canciones que me han acompañado durante casi toda la vida. La mayoría de ellas era de la década de los 80 del siglo pasado, quizá por aquello de la fuerza con la que se adhieren las cosas en la adolescencia (aunque alguna era anterior a esta). Esto me ha llevado a agitar un poco la memoria y recordar igualmente aquellas películas que marcaron mi infancia e inicios adolescentes, que imagino que coincidirán con las de los demás (aunque desde 1986 también comenzaba a devorar cine clásico) Y no ha sido nada fácil hacer una pequeña selección, pues títulos y más títulos me han sobrevenido a la cabeza.

A diferencia de las canciones, aquí pocas veces coinciden con las que yo considero mejores películas de esos años. De hecho, no aprobaría ningún listado de filmes de esa época que no estuviera encabezado por Dekalog (Decálogo, K. Kieslowski), Fanny och Alexander (Fanny y Alexander, I. Bergman), Offret (Sacrificio, A. Tarkovsky) o Ran (A. Kurosawa), aunque la primera fuera para TV. Pero sí son las que más nos impactaron emocionalmente. O al menos eso creo.

Y sin más dilaciones vamos a por ellas:

E.T.: The Extra-Terrestrial (E.T.: El extraterrestre, S. Spielberg, 1982): Los 80 fueron la década de Spielberg, ya fuera como director o como productor. Aquí se carga la imagen de alienígena de aspecto terrorífico que quiere destruir o conquistar la tierra para mostrarnos un ser indefenso y enternecedor en un canto a la amistad infantil, imagen que ya había querido desterrar en Close Encounters of the Third Kind (Encuentros en la tercera fase, 1977).
Una de las primeras películas que muchos niños de la época vieron en el cine y llena de imágenes para el recuerdo, como E.T. intentando hablar, las intervenciones de Drew Barrymore (que nunca debió crecer), toda la lacrimógena despedida con la que niños y mayores recuperaban la inocencia de los primeros pero, sobre todo... esa bicicleta que comienza a volar mezclándose con la luna a ritmo de  la música del genial John Williams.


Gremlins (Joe Dante, 1984): A los anticuarios misteriosos y que ofrecen mercancía "no muy legal", como a los médicos, habría que obedecerles; especialmente cuando se trata de seguir los consejos sobre pequeñas criaturas. Pero como se hace con los galenos, al final no se siguen sus consejos. Aunque todos sabemos que a un Gremlin no se le debe exponer al sol, al agua o darle alimentos pasadas unas horas... al final, todo lo contrario. Como para dejarles a los protagonistas que cuiden a un niño.
Spielberg estaba detrás de esta producción que finalmente dirigió Joe Dante (con guión de Chris Columbus) y que hizo reir y pasar algo de miedo a todos los chicos de la época, según viéramos a un Gremlin normal o a la versión diabólica. Impresionante aquella escena con todos los "malos" en el cine viendo Blancanieves. 



The Goonies (Richard Donner, 1985): Una historia de Spielberg cuyo guión desarrolló Columbus y que acabó dirigiendo un sólido profesional como Donner, quien había dirigido éxitos como The Omen (La profecía, 1976) o Superman: The movie (1978) y que después de la que nos ocupa obtendría otro gran éxito con Lethal Weapon (Arma letal, 1987).
No conozco a quien no soñara con ser un Goonie,  aunque tuviera que enfrentarse a los hermanos Fratelli y al inolvidable Sloth. Aquí buscarán el tesoro de Harry el tuerto con la idea de que esto les permita evitar que al padre de Mikey le quiten la casa, objetivo en el que todos colaborarán... a su manera, como "bocazas", Gordi, etc. que a veces no llegan a representar mucha ayuda.
Un clásico del cine de aventuras infantil, con primeros amoríos de por medio y ¡a ritmo de Cyndi Lauper!

Indiana Jones: Raiders of the Lost Ark (En busca del arca perdida, Steven Spielberg, 1981): Uno de los grandes clásicos del cine de aventuras de todos los tiempos, una auténtica joya. Aquí Spielberg nuevamente como director, ahora colaborando con George Lucas como "controlador". 
En nuestro país posiblemente dispararía la demanda para estudiar Geografía e Historia y luego especializarse en arqueología, además de reducir las ganancias de BIC o Gillette. Y es que esa barba de 3 días, el látigo bien empleado (y no en términos sado-masoquistas, que puede que también, Indy es mucho Indy) y el sombrero que nunca pierde despertó mil y un sueños tanto en ellas como en ellos, aunque fueran de diferente carácter. Desde luego, alguna herida me hice usando una cuerda a modo de látigo mientras que impacientemente (a lo largo de toda la década) esperaba esperanzado que la barba apareciese, aunque fuera para llevarla de 3 meses en vez de días. 
Como todos sabemos, en la misma década tuvo 2 dignas secuelas y se ha anunciado una quinta parte para el año que viene. Abajo,  el legendario trailer de la época y en castellano.


 LadyHawke (Lady Halcón, Richard Donner, 1985): Segunda película de Donner que se estrenaba en el mismo año y otro gran éxito, aunque aqui en el género de capa y espada con romanticismo extremo. Por supuesto, asociada a los primeros amores, tan fugaces como el encuentro de los protagonistas. 
A veces he pensado (ironía) que algún descendiente del Obispo de Aquila lanzó sobre mí otra de estas maldiciones que suelen convertir mis amores en imposibles; lo malo es que ni "truco del eclipse" tengo. Bueno, ya sabéis la historia: el amor imposible entre el caballero Navarre (Rutger Hauer) y la guapísima Isabeau (Michelle Pfeiffer con 26 añitos), condenados a estar eternamente juntos pero siempre separados, al ser él un lobo por la noche y ella un halcón por el día.
Por supuesto, despertó nuestro espíritu de caballeros, que con los años se iría olvidando en la mayoría y siendo sustituido por apalancarse en el sofá esperando que ella (en forma humana aunque deseando volar de allí)  traiga la cena porque así no pierdo atención al partido que está muy interesante. Quizá haya que agradecer la maldición...
Vamos con la escena de marras con la fotografía del grandioso Vittorio Storaro.







Back to the Future (Regreso al futuro, Robert Zemeckis, 1985): Todos juntos.... ¡condensador de fluzo! A pesar de su error de traducción (del flux capacitor original) dio lugar a que muchos anheláramos que nuestro amigo se conviertiera en físico para emular al Emmet Brown de la película (magnífica caracterización de Christopher Lloyd). Por supuesto, nosotros nos reservábamos ser Marty McFly, ese chaval que hacía el viaje en el tiempo y entre intentos por volver a su época debía conseguir que su madre dejara de querer ligar con él y lo hiciese con el muermo poco agraciado de su padre.
Gran película e icono ochentero que lanzó al estrellato a Michael J. Fox y que tuvo dos secuelas más que agradables de ver. Repleta de escenas y/o recuerdos memorables, esplendorosa aquella del Johnny B Goode en la fiesta, donde Marty mezcla la forma de tocar la guitarra de los grandes nombres que todavía no existían (Thowsend, Hendrix...) ante el estupor del personal. Inolvidable film.


Top gun (Top gun, ídolos del aire, Tony Scott, 1986): ¿Quién no ha visto alguna carpeta forrada con alguna foto que hacía alusión a esta película? La verdad es que no es nada buena, con una carga patriotíca que chirría, a modo de video-clip largo, con un guión casi vergonzante... pero Maverick es mucho Maverick. Le da lo mismo la moto que el F-14; si eres un crack, lo eres. Machacas a los soviéticos y te ligas a la profesora. Así de simple: casi más que el guión.
Si en Risky Business, Tom Cruise había alcanzado ya la fama, aquí se consagra como estrella de primer nivel sin haber cumplido los 25 años, lo que le permitirá entrar en producciones "de calidad" (con Scorsese, Levinson, Oliver Stone...). Junto a él, nombres como Kelly McGillis, Val Kilmer, ¡Tim Robbins! (que no protestó por los valores que transmite la película, qué casualidad) o Meg Ryan, que acabarían por ser importantes. Por cierto, McGillis ya lo era pues un año antes había aparecido bailando en el granero con Harrison Ford a ritmo de Wonderful World en Witness (Único testigo, Peter Weir). Muchísimo mejor película que esta.
Como hemos dicho, conjunto de clichés para adolescentes que marcó una etapa de nuestra vida. Por supuesto, hay que volver a escuchar a Berlin.
 
 

Karate Kid (John G. Avildsen, 1984): Me debo confesar como un admirador del mejor entrenador personal que ha existido... el señor Miyagi. Película épica donde las haya donde todo adquiría un tono mágico en la época: Daniel Larusso, el chico frágil que se superará a sí mismo; los Cobras dirigidos por un inhumano John Kreese, típicos abusones ("Pegar primero, pegar duro. Sin piedad, señor); la chica, Ali, que "cambia de bando" (Elisabeth Sue distinta a la que veríamos en Leaving Las Vegas); pero sobre todo el señor Miyagi y su "dar cera, pulir cera" y el salto de la grulla.
En realidad, un típico producto juvenil de la década, que contó con un Ralph Maccio que, como casi todos los jóvenes de la época que se convertirían en estrellas, había aparecido en The outsiders (Rebeldes, F.F. Coppola, 1983): Maccio, Cruise, Dillon, Swayze, Rob Lowe o ¡Leif Garrett! Pero un director de cierto oficio Avildsen, que había ganado el Oscar al mejor director por Rocky convierte los manidos elementos (chico bueno, chicos malos, historia de amor, mentor espiritual que ocupa en parte la figura del padre, competición deportiva...) en un éxito en aquella época y en una película que, vista hoy, merece la pena. La mayoría de sus secuelas e imitaciones quedaron a años luz de ella. Veamos el trailer.

 

The Princess Bride (La princesa prometida, Rob Reiner, 1987): Sorprendente lo de esta película. Tiene todos los elementos para haber sido una película de calidad ínfima y, sin embargo, se convierte en un buen film. Creo que la clave es que el director, Rob Reiner y el guionista William Goldman nunca se la tomaron en serio y siempre usan un tono humorístico e irónico que acaba por calar en el público, así como el cuento original que el inolvidable Peter Falk (aquí sin la gabardina de Colombo) lee a su nieto (Rod Savage, el Kevin de la serie Aquellos maravillosos años) logra captar la atención de este pese a sus reticencias iniciales. Además, Reiner pasaba por sus mejores años (únicos soportables, la verdad), incluyendo esta película entre Stand by me (Cuenta conmigo, 1986), protagonizada por River Phoenix, y When Harry met Sally (Cuando Harry encontró a Sally, 1989), asociada siempre al orgasmo fingido que Meg Ryan muestra a Billy Cristal en el restaurante.
Así, pues, la película, con ese tono desenfadado y numerosos gags acaba por enganchar hasta al tipo más duro. Y, por supuesto, a cualquier joven de la época, que soñaría con rescatar a la princesa, la guapísima Robin Wright, aunque fuera de las garras de su futuro marido, Sean Penn. Para la posteridad, más que el actor principal, Cary Elwes, nos quedarán las apariciones de André el Gigante (luchador de wrestling), escenas como la batalla del ingenio, la música de Knopfler y esa frase mítica repetida en varias ocasiones por parte del actor Mandy Patinkin:

sábado, 16 de junio de 2012

Mi vida. Banda Sonora nada Original

Tirando cosas que ocupan un importante espacio y ya no son usadas, me he encontrado con una caja de cintas con música grabada. Me he sentido como Pedro Picapiedra revisando las mismas, aunque enseguida han brotado mil y un pensamientos, sentimientos y recuerdos. En ellas he podido distinguir todas las diferentes formas de grabación empleadas que fueron perfeccionándose con el transcurrir de los años:

- De casette a casette: generalmente el de un amigo.  Presentaba el inconveniente de que siempre había un familiar que abría la puerta y entraba en la habitación, con lo que siempre se escuchaba esto y el subsiguiente "Que estamos grabando". Verano era mala temporada para este tipo de grabación, pues con el calor se tenían las ventanas de par en par y la música se mezclaba con los vehículos que circulaban en el exterior. La generalización de aquellos que contaban con dos pletinas "inició la revolución musical".

- De casette de coche a casette: variación del anterior para quien tuviera coche, casette en el mismo y garaje o similar  donde meter el primero.

- De televisión a casette: donde grabé buena parte de la música que se emitía en Tocata y que contaba con los mismos inconvenientes que las anteriores.

- En mini-cadena: ya con plato, pletinas y la profunda convicción de que "esto no puede evolucionar más", de que se había llegado al culmen de la invención. 

Quien lograba reunir una mini-cadena o equipo de música, un VHS y un spectrum... podría dominar el mundo.

Tras buscar algún "aparato" lleno de polvo donde pudiera escuchar alguna de esas cintas y tras haber rendido homenaje a mi juventud rebobinando con la ayuda de un lapiz (las de 90' es que se cargaban las pilas que daba gusto), he indagado sobre qué escuchaba por aquellos años. Especialmente había una cinta en la que incluía varios temas en español (grabada ya en buenas condiciones, aunque olvidé usar para algún vinilo la peseta que evitaba que saltara) que hoy en día sigo escuchando en numerosas ocasiones. Eso sí, ya recurriendo a youtube o similar, cuyo sonido y comodidad es algo mejor, aunque la cinta de cromo tenía "su aquél".

La conclusión es que todos tenemos una serie de canciones que nos acompañan durante toda la vida y a las que recurrimos cuando todo va bien, cuando todo va mal, cuando se ha bebido demasiado y se está triste o alegre; alguna la pones cuando estás con los amigos otra cuando estás solo... no son (o sí) las canciones que más nos gustan pero sí las que más veces hemos escuchado voluntariamente. Y sólo nosotros sabemos qué recuerdos y de qué tipo se nos vienen a la cabeza con ellas. 

Sin orden ni concierto, aquí están algunas de las mías.

- Dolores se llamaba Lola, Los Suaves (Año de publicación, 1988)
Imagino que había que ser duro, porque de todos los grupos gallegos que había en la época escogí a Los Suaves. Y porque han sido muy grandes, por supuesto. Desgarradora canción que hace resurgir la vena perdedora.

- Flojos de pantalón, Rosendo (1988)
Himno generacional de los descastados como yo (qué bien me ha quedado). En cualquier listado debía aparecer Rosendo. Sí o sí. Con este tema o con algún otro. Y el tío sigue igual, al pie del cañón más de 30 años después. Un genio.

- ¿Qué puedo hacer?, Los Planetas (1994)
Grupo ya de los 90 y comienzos del indie español cuando todavía no lo llamábamos así. Escuchada en decenas de garitos... y asociada, de por vida, a una mujer. Cosas de la vida.

- A los ojos, Los Rodríguez (1991)
 De su muy poco escuchado (en la época) primer disco, a raíz de un concierto en Radio 3 me quedé maravillado con esta canción. Cualquier listado posterior debería incluir varias canciones de Calamaro... y alguna que otra de Ariel Rot. 
Otra de amores imposibles.

- Todo el mundo ama a Isabel, Loquillo y Trogloditas (1988)
Del bueno de Loquillo podría haber citado numerosas canciones. Todas ellas, por supuesto, anteriores a su conversión forzada en imposible intelectual sin nada que decir. Quedaba mejor como cantante de rock algo canalla y caradura, aunque hubiera que escuchar sus historias sobre baloncesto.
El ritmo del garaje, Rock'n'Roll Star, Pégate a mí, Cadillac Solitario, El rompeolas... pero es esta la que más he aullado algunas noches.

- Insurrección, El último de la fila (1986)
Cuando suena esa guitarra inicial, solitaria aquí, por más tiempo que haya pasado sin escucharla nos viene a la cabeza aquello de "¿Dónde estabas entonces,/ cuando tanto te necesité?/ Nadie es mejor que nadie..."
Uno de los grupos de mayor éxito de los 80 y 90 y con mayor número de canciones para el recuerdo.

- Pero a tu lado, Los Secretos (1995)
Un clásico de la época: recurrir a Los Secretos cuando te invadía la tristeza. El lado más popero (melódico y/o sensible) de la música de aquellos años también debía tener su representación y qué mejor que con el grupo de los hermanos Urquijo. A pesar de que nacen con la movida madrileña este tema ya es de mediados de la década de los 90, pero de ellos es de los que más me gusta. ¡La melancolía al poder!

- ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?, Alaska y Dinarama - aka Dinarama + Alaska (1984)
Alaska tampoco podía faltar. Debía aparecer en una u otra de sus formaciones: con Kaka de Luxe, los Pegamoides, en solitario... o en su, para mí, mejor etapa. la de Dinarama junto a Carlitos Berlanga y Nacho Canut. De su legendario Long Play, Deseo Carnal, esta canción o Ni tú ni nadie las tenemos (para bien o para mal) grabadas en la memoria.


- La chica de ayer, Nacha Pop (1980)
Posiblemente el mayor icono de la música pop española sea este tema. Tan importante, que hace unos años el hijo de un millonario ultrabronceado hizo con él lo que Hitler con Polonia.
Aquí en la versión de un programa imprescindible, Qué noche la de aquel año. Lástima que algunos de sus colaboradores quisieran quedarse de por vida en TVE, generalmente los que menos cualidades atesoraban. Pero eso es otra historia. 
De mis canciones preferidas de siempre y de las que más me emociona volver a escuchar. El cerebro, con ella, comienza a recordar...

- Una noche sin ti, Burning (1984)
Posiblemente la canción que me ha hecho derramar... más líquido pegajoso de los vasos, cuando a altas horas de la noche algún amigo y yo intentábamos emular al genial Pepe Risi y su voz rota (en parte por lo mismo que a nosotros nos sobraba en esa misma velada). Uno de los temas señeros de la gran banda madrileña. Todos recordamos aquello de "Dan las seis sintonizo a los Stone/ recuerdos del pelo largo/ viejos blues/ queridísimo Eric Burdon".

Bonus Track: Ojalá, Silvio Rodríguez (1978)
Aunque se aparte un poco de los demás si la cinta iba para alguna chica siempre lo incluía. Por mi estado civil actual, creo que quizá no llegaron a aceptarme esta licencia. Hablando de temas en español, el que más he escuchado y el que más me ha entristecido: el eterno Ojalá de Silvio. Aquí en una apoteósica versión en directo.


Para ely

lunes, 11 de junio de 2012

34 kms Corricolari-Aire Libre

Sin apenas tiempo de recuperación desde la terrible paliza del sábado pasado, nos preparábamos para esta nueva carrera de larga distancia. Las revistas Corricolari y Aire Libre  organizaban una nueva edición de la ya clásica prueba 100 kms en 24 horas. Para atraer a más gente, ha ido incrementando las modalidades de participación, que actualmente son: 100 kms individuales, 100 kms por relevos, 100 kms en 24 horas en bicicleta (que debutaba este año) y los 34 kms. 

Esta última, en la que participábamos, coincide con la primera parte del trazado de los 100 y tiene la salida y llegada en la pista de atletismo del C.D. Juan Antonio Samaranch de Colmenar Viejo. Podríamos definirlo como un trail dotado de bastantes cuestas, pero que se desarrolla por vías pecuarias amplias y cuidadas o por caminos fácilmente transitables, casi en su totalidad. Sólo hay zonas en los primeros y últimos kms en los que nos encontramos con zonas de alguna piedra, pero que no representa dificultad técnica alguna.

Nuestra carrera saldrá  de dicho complejo deportivo para enfilar los caminos que nos van acercando a la imponente sierra de Madrid, que en todo momento es nuestra referencia visual. Cuando cruzamos el Manzanares (km 9 aproximadamente) comenzamos una buena subida y la consiguiente bajada e inclinada bajada (alguna caída peligrosa costó a los no acostumbrados) nos acercará al embalse de Santillana y al área recreativa que allí hay. Se sigue rodeando la cancela con otra subida. Aquí se vuelven a repetir unos kms pero en sentido contrario a cómo los habíamos realizado (ahora en descenso) y nos desviamos para en el 24 pasar por Manzanares el Real y volver, con unos kms paralelos a la vía de tren, al lugar de salida. 

La verdad es que el recorrido es ameno, con voluntarios en los cruces que pueden llevar a error y balizado cada cierto tiempo para que no exista margen para ello (nos habían dado también un rutómetro), con avituallamientos cada 5 kms más o menos con agua, plátanos y barritas. Bastante bien organizado todo. Hay que destacar, también, que no se trata de una prueba competitiva: únicamente publican un listado de finishers en cada categoría o modalidad, sin tiempos ni clasificación. En realidad, abunda quien se lo toma en plan senderista sin llegar a correr (tanto los 34 como los 100 kms), quien corre algo y camina la mayor parte, quien corre  todo o casi todo en los 100,etc. cada uno como puede o desea, vamos. Pero sí puede ver, incluso en los 34, mucho senderista o quien corre tímidamente en alguna zona (y quien quiere correr pero no puede y se pone a caminar).

A las 12 de la mañana se daba la salida: los de a pie en la pista y fuera las bicis. La idea es llevar un ritmo tranquilo para ver cómo responden las piernas, pues supone otra paliza. Afortunadamente, hace calor pero asumible y con algo de aire: nada que ver con el infierno del TMT del sábado anterior. Lo de ritmo tranquilo dura 1,5 kms, aproximadamente; pronto, este se convierte en un ritmo animado donde en las zonas de roca debemos ir sorteando a los últimos ciclistas. A partir del primer avituallamiento (km 7,5) se separan los itinerarios de corredores/caminantes y de aquellos, por lo que ya se puede correr más tranquilo. Aquí llamo a orden a unos cuantos corredores que habíamos estado unos kms adelantándonos según vinieran subidas y bajadas: vamos a hacer grupito. 

Un corredor de Tarancón de los 100 (a un ritmo endiablado para la primera vez en la distancia, espero que llegara bien), unos de los 34 y yo comenzamos a charlar sobre carreras. Este último (finisher del Ultra Trail Mont Blanc y que en 20 días tiene una prueba de 120 kms en los Dolomitas) marca el ritmo en las bajadas y yo en las subidas. De esta manera los kms vuelan. Sobre el 18 al amigo de los Dolomitas le llaman por el móvil, por lo que baja mucho el ritmo y lo dejamos atrás. Antes del avituallamiento del 20 reduzco yo el ritmo para "comer", que son las dos de la tarde ya (un manjar en forma de gel gelatinoso) y me tomo mi tiempo para beber agua. El compañero conquense pasa de beber, qué animal, y se escapa. 

Este punto coincide con el km 12 y a partir de aquí nos cruzaremos en un tramo de 4 kms con los últimos corredores o caminantes. Nosotros bajamos y a buen ritmo, y como debemos ir de los primeros, nos van animando continuamente. Yo, al menos, correspondo, por lo que es un tramo divertido; también me doy cuenta de que habíamos subido bastante pero que, al ir hablando, no me enterado. Antes del desvío del 24 vuelvo a coger a mi compañero y volvemos al palique, aunque ahora ya no va tan fino o yo he incrementado la velocidad. El calor ahora sí se nota algo más. Me comprometo a hacerle llevadero este tramo para que luego siga su aventura de los 100 y le voy marcando ritmo en todo momento.

Así que entre unas cosas y otras, ya se avista Colmenar y con ello la meta. Las piernas no sólo no se han quejado sino que el ritmo ha sido alegre. Cuando quedan 2 kms le digo a mi compañero que voy a incrementar el ritmo para terminar; me despido y hago el final bastante vivo. En meta marco 2h53' y, aunque no es competitiva la prueba, me dicen que he llegado el 3º y comienzan a preguntarme sobre la carrera y varias cosas más. La verdad es que una chica de la organización me pregunta, extrañada, si he realizado todo el recorrido, porque me ve como si tal cosa. Si el año que viene puedo estar con la forma actual, creo que intentaré los 100. Ha llegado el momento de tomarme un pequeño descanso; sui generis, pero descanso.






lunes, 4 de junio de 2012

Una temporada en el infierno: I Trans Montesblancos Trail

Estoy en la entrada del pueblo (La Puebla de Alfindén) y en el suelo veo la marca que señaliza el km 50. Y esto todavía no ha terminado. Nos regalan la oportunidad de hacer varios metros de más... y por el mismo precio. Los corredores que van por delante mío se alejan y aunque el último me había hecho alguna seña de que le siga, ni puedo ni debo. Me he prometido a mí mismo (¿a quién mejor?) no "hacer excesos" en carrera, especialmente desde que comprendí (km 32, por poner un ejemplo, quizá antes) que hoy podría haber serias discrepancias entre lo que yo deseara y lo que mi organismo permitiera.


La carrera de 12 kms acaba de salir y vienen lanzados. Casi todos menos los primeros (concentrados al máximo) me animan. No está Santi, no ha podido dejar a Jorge con nadie. Me produce una tremenda rabia, pues le había dicho que intentaría llegar por debajo de las 5h30' para quedarme yo con su hijo y que al menos hiciera esta distancia. Lo he intentado pero no sabía cómo iba a responder el organismo cuando se encuentra cerca del límite: en momentos en los que por encima de la música y de los pensamientos positivos que intento traer a la cabeza siempre se me acababa por representar esa imagen mía postrado en la cama de un maldito hospital (en el que me trataron fabulosamente) y el médico diciéndome que nunca podría correr más. Sí, lo tengo presente aunque ya ha pasado bastante tiempo: 15 meses. Y desde entonces he corrido un par de maratones de montaña y 4 de asfalto, entre otras muchas carreras. Pero en ocasiones, pocas, no dejo de pensar que sufrí una "muerte súbita" en una media maratón y que no me acuerdo de cómo me sentí antes de desfallecer. Ya conté algo en este blog con ocasión de la Media Maratón de Fuencarral, por lo que no volveré a insistir en ello.                   
                                                                            
Veo un  voluntario que para un coche que se acercaba  y me indica por dónde seguir. Ya reconozco que estos eran los primeros metros tras la salida: al fondo está la entrada al campo de fútbol. Entro en este y me emociono, aunque no lloro (no soy "de lágrima fácil" y no creo que tenga nada en el organismo como para hacer efectivo el llanto). Me indican que hay que entrar en el césped, seguir los conos y hacer la recta final sobre la alfombra roja. Varios chiquillos se ponen a ambos lados y veo a Santi que está haciendo alguna fotografía. Paso bajo el arco de meta en 5h31'47" (paro el reloj algo después). No estoy todo lo exultante que debería; bueno, sí lo estoy pero no lo puedo exteriorizar debido al cansancio acumulado. Pero tengo la sonrisa permanente que me delata.

Soy un finisher de la TMT 50 (además, apoteósica para mí, 7ª posición). Pero, ¿cómo he llegado hasta aquí?

¿Qué es la Trans Montesblancos Trail?

Hace unos meses supe de la celebración de esta prueba (por Pepe, "el demonio del norte"). Me puse en contacto con Santi y le dije que qué le parecía, contestándome que  ya estaba inscrito, así que hice lo propio (dorsales 74 y 75). Existían 3 distancias (50, 23 y 12), aunque sólo pensamos en la primera. 

Era una carrera de 50 kms, que se celebraría el sábado 02 de junio, con salida y llegada en la Puebla de Alfindén (al ladito de Zaragoza). No presentaba un perfil duro, pero recogía el espíritu de las carreras en condiciones extremas. Salida a las 13 horas, régimen de autosuficiencia (5 avituallamientos donde te daban una botella de 1 y 1/2 l de agua), en los inicios del desierto de los Monegros. En definitiva, un recorrido sinuoso por una zona prácticamente sin vegetación y dividido en 2 bucles. El primero de 28 kms que finalizaba en la entrada de la localidad y el segundo de 23 kms, que incluía la subida al toro de Alfajarín, que puede verse desde la autovía. Una réplica de este patrimonio nacional es el trofeo finisher.

Perfil Bucle A
Perfil Bucle B
En principio, reservada a 100 corredores por prueba, aunque creo que en la de 23 kms hubo bastantes  más.

Los prolegómenos

Así que, una vez apuntados, fuimos cumpliendo una especie de planning. Rock'n'roll Madrid Marathon, alguna carrera de montaña, varias medias y algún entrenamiento largo, buscando también horas centrales del día para habituarnos en parte a las altas temperaturas. Ahora sé que debería haber llevado una cinta de correr a algún horno de panadero y haberme puesto a correr allí.

El viaje tuvo sus problemas, dada la escasa probabilidad de que Santi (por motivos laborales de su esposa) pudiera venir. La semana anterior me confirmaba que me acompañaría, aunque con pocas posibilidades de correr, pues traería a su hijo. La noche antes se confirmaba este hecho. Si el año que viene Santi dice que vuelve para correr, tendré que acompañarle (quizá esto último lo tenga que editar).

El sábado ponía el despertador un poco pasadas las 5.30 de la mañana, habiendo dormido como un tronco (alguna pastilla por medio, of course) algo menos de 6 horas. A las 7,30 y 140 kms después llegaba a Valdemoro y a las 8 salíamos hacia La Puebla de Alfidén. Con desayuno por el camino incluido, antes de las 12 estábamos allí. El protagonista, como los días antes se había anunciado, iba a ser el calor. Todos sabíamos que es característico de  tipo de pruebas; pero no se esperaba que la temperatura fuera tan elevada, aproximándose peligrosamente a los 40º al sol...no sé cuántos a la sombra, porque el recorrido no albergaba ninguna excepto la de las sombrillas de los puestos de control/avituallamiento (y la de debajo del puente).

La hora de espera pronto se esfumaba entre el cambio de ropa, la recogida del dorsal, los saludos previos (entre ellos al mítico Alberto, "el sombrilla" que llevaba incorporada su propia sombra), las cremas, la última revisión de material.

La carrera

Primer Bucle
                                                                                                     
Algún minutillo por encima de las 13.00 se daba la prueba a la TMT 50. Los primeros kilómetros transcurrían en subida, encontrando en el 2,5 una cuesta realmente dura. Esta primera ascensión continua se extiende hasta el 14,5 aproximadamente, aunque con algún tobogán. La prudencia es la característica principal: se busca un ritmo adecuado que permita ir haciendo kilómetros hasta que el calor haga estragos y esto se convierta en una prueba de "supervivencia". Voy cómodo, adelanto a algún corredor, me vuelven a adelantar... y, así, tomando el pulso a la carrera llego al kilómetro 9, donde está el primer avituallamiento.

Relleno la camel back con la botella de litro y medio y me guardo así como medio litro para beber y echarme una poca por la cabeza. Tomo media barrita, que es algo ya pensado. Otros corredores marchan antes que yo, pero no me importa estar más tiempo en los controles: considero esencial hidratarme y alimentarme bien, se tarde el tiempo que se tarde.

Los kilómetros van cayendo y a altura del km 14,5 comenzamos a bajar. Es un breve respiro, pues seguimos encontrando algún que otro tobogán. Pero ya podemos hacernos una idea de lo que puede hacer el calor. Cerca del 19 llega el segundo avituallamiento: el mismo proceso pero incorporando una pastilla de sales.  La fatiga está presente. Voy unos kilómetros adelantado y siendo adelantado por otro corredor (generalmente según haya o no cuestas, yo voy mejor en estas) e intercambio unas palabras; acabará retirándose, igual que alguno de los que va por delante.

No me importa comenzar a andar cada 10 minutos o así  para beber convenientemente. La verdad es que si en cada control bebo medio litro de agua (con algo del isotónico que había echado en la camel al principio), a los 10 minutos la boca ya está seca y solicitando líquido. Me miro los brazos y veo el tono rojizo que tienen. El calor comienza a producir estragos. Esto hace que, aunque en descenso, se sueñe con llegar al siguiente punto de avituallamiento para tener algo de sombra.  Es el decisivo desde el punto de vista mental, porque está a comienzos del pueblo y la cabeza puede pensar que lo mejor es recorrer andando el kilómetro que hay desde aquí a la salida/meta y zambullirse en la piscina.

Debajo de un puente está el avituallamiento. Paro, me refresco, converso con los voluntarios. Un gel, sales, bastante agua. Decido no quedarme mucho a la sombra por lo que pueda pasar, así que pronto me pongo a andar para que el cuerpo vaya digiriendo lo que acabo de introducirle. Empiezan a gritarme, me quito los auriculares y es que llevo la mochila abierta. Compruebo que no se me ha caído nada y sigo. Parece que se han dado cuenta de que no voy como una rosa. "Sólo" quedan 23 kms.

Segundo Bucle

Tomo un camino desde el que se ve el toro al que hay que subir. El camino es un verdadero suplicio, con el sol en su máximo esplendor (son las 4 de la tarde). Además, comienzan las rampas más duras del recorrido, donde debes vigilar no escurrirte. Finalmente encaro los últimos 100 mts de subida al toro. Después, el camino serpentea hasta que se llega a un castillo (o así lo llama un corredor de la zona) que corona el pueblo de Alfajarín. De este se baja por unas escaleras y en medio de ellas está el 4º avituallamiento. Hay un chaval con una manguera: primera vez que me salvan esta tarde. Le digo que "el servicio sea completo" y me empapa mientras abro la camel para repostar. Intento tomar una barrita pero no hay manera de que el cuerpo la pueda digerir; ya ha dicho no a los sólidos. Tiro la bola que he amasado y tomo un gel y más sales.

Me despido con tristeza de los fantásticos voluntarios y, por supuesto, de la sombra y de la manguera de agua. A los 5 minutos el cuerpo pide líquidos de manera intensa: a pesar de todo lo que estoy bebiendo la deshidratación amenaza. Para evitarla, además de beber todo lo que pueda, en las rampas más duras decido andar para no vaciarme del todo: lo he visto a algún corredor que me ha adelantado. Desde este control nos esperan 10 kms de continua subida, sin pendientes excesivas pero subida al fin y al cabo y el cuerpo no está para muchas alegrías.
                                                                                                        
Y aquí vendrá la segunda ayuda, la segunda vez que me salvan en el día de hoy ( a mí y a todos). Una tormenta parece acercarse, por lo que se comienza a tapar el sol. Quizá sólo sean 5-6º lo que baja la temperatura, pero se me hace un mundo. Poco después comenzarán a caer unas gotas (por la noche descargará bien la tormenta) que logran cambiar el panorama. Eso sí, a veces el sol vuelve a aparecer y te deja casi sin poder moverte, pero no tarda en nublarse otra vez. Lo peor ha pasado y vuelvo a ser consciente de que voy a acabar y en buen estado.

En el km 42 llega el último avituallamiento. Vuelvo a rellenar, bebo bastante, me quedo un tiempo conversando con los chicos y chicas que allí hay. Me comentan que sólo quedan 8 kms en bajada (sí, de esas bajadas que te dibujan como el paraíso y con repechos que te destrozan). Entre el perfil favorable y las nuevas gotas que caen, estos kms se hacen más llevaderos, aunque los toboganes me recuerdan que llevo más de 45 kms. Aquí me pasará un grupito de corredores (conocedores del terreno) que vienen terriblemente fuertes. Ni me inmuto. No voy a hacer tonterías a estas alturas y estoy más que satisfecho.

Estoy en la entrada del pueblo (La Puebla de Alfindén) y en el suelo veo la marca que señaliza el km 50... o es el calor o esto creo que ya lo he contado.

Epílogo

La TMT  es una prueba organizada por y para corredores. La atención al corredor, la continua comunicación con él ha sido la nota predominante. Espero que Alfonso y Héctor, los organizadores, hayan quedado con ganas de darle continuidad y que estén de satisfechos como (casi) todos los participantes. Como en todas las pruebas puede haber mejoras pero considero que la base es extraordinaria. ¿Quejas? Nada que no tenga que ver con un imposible termostato natural.
                                                                                                            
Por supuesto agradecerles a ellos la organización de la carrera. A los voluntarios los apoyos y la simpatía que derrocharon. A Alberto, el sombrilla, (a quien le cojo alguna foto) y Maite la agradable conversación, así como a Héctor, al que deseo que este año o el que viene "le permitan" organizar el maratón de Murcia y al que , como le dije, acudiré (y al de pista en Ceutí). Y a Santi y a Jorge por el apoyo de todo tipo; con Santi el sábado que viene afrontaré los 34 kms de Corricolari-Aire Libre.

A nivel personal, prueba más que superada. El cuerpo ha resistido bien ante una carrera de estas características (por supuesto, todo radica en el entreno), lo que deja la puerta abierta a futuros retos. Sinceramente, creo que voy a más y si todavía quedaban algunas dudas en mi mente creo que las he despejado: aunque siempre debo andar con cuidado, lo que me lleva "a no forzar" dentro de lo que suponen carreras de este tipo. Es decir, dentro de las más absoluta locura mantener una buena dosis de lucidez.